Masaaki Suzuki | Crítica

Un bachiano en la España del Siglo de Oro

Masaaki Suzuki durante el concierto en el órgano de la iglesia de los Santos Justo y Pastor

Masaaki Suzuki durante el concierto en el órgano de la iglesia de los Santos Justo y Pastor / Fermín Rodríguez (Festival de Granada)

Se ha destacado Masaaki Suzuki como un bachiano de primerísimo nivel, tanto en su faceta de director como en la de teclista. A Granada vino en cambio con un programa puramente hispánico, que incluía a cuatro de los más grandes organistas españoles de un extendido Siglo de Oro, que iría de Antonio de Cabezón, el gran conformador del estilo en el siglo XVI, a Juan Bautista Cabanilles, culmen del Barroco hispánico, que murió ya en el XVIII, con el sevillano Francisco Correa de Arauxo y el aragonés Pablo Bruna como grandes figuras intermedias.

En un típico órgano del XVIII español, con preciosa caja rococó, construido por Salvador Pabón y Valdés en 1764 para la Colegiata de El Salvador y trasladado por él mismo en 1771 a su actual emplazamiento en la iglesia de los Santos Justo y Pastor, el maestro japonés escogió un programa muy centrado en el tiento, esto es, el ricercar a la española, obra en secciones variables que alternan los pasajes imitativos con la homofonía y en la que pueden destacar lo mismo juegos contrapuntísticos de extrema complejidad que canciones instrumentales sobre bajos ostinados.

Suzuki empezó su actuación con un par de tientos de Correa escritos a la manera de canciones, aunque en el primero de ellos, después de una introducción a modo de recitativo, abundan los pasajes en imitación, mientras en el segundo, la melodía serpentea permanentemente sobre un bajo que se mantuvo brumoso. Fue esta una de las notas más características de su interpretación, por más que las melodías fueran destacadas del fondo, este se mantuvo casi siempre oscuro, lo que otorgó a algunas obras un aura misteriosa, pero a otras restó transparencia, luz, claridad. Suzuki usó articulaciones más bien laxas, con frases muy ligadas y acentos no demasiado imperiosos. Los tempi tendieron a la lentitud, y en las registraciones usó con inteligente variedad las posibilidades del instrumento.

La delicadeza de los flautados en las Diferencias sobre el canto del cavallero de Cabezón, tratada como una pieza intimista, o en el Canto llano de la Inmaculada de Correa, con variaciones sutilmente ornamentadas sobre la canción original de Bernardo del Toro, contrastó con la exuberancia del Tiento sobre la Letanía de la Virgen o, muy especialmente, el Tiento lleno de quinto tono de Bruna, piezas de extraordinaria brillantez, en las que Suzuki mostró también una notable agilidad articulatoria. La segunda de estas obras resultó especialmente contrastada entre su arranque extático, solemne, con entrada canónica de las voces, y una progresiva aceleración del tiempo, que trajo a su vez una mayor riqueza textural y ornamental. Fue sin duda uno de los puntos álgidos del recital. Aunque fue para el final que el maestro japonés reservó la espectacular sonoridad de las trompetas horizontales del instrumento, característica genuina de los órganos ibéricos del tiempo. Fue con un Tiento lleno de sexto tono de Cabanilles, que empieza mostrando las durezas de las disonancias (un acierto mantenerlas desnudas, descarnadas) y se enardece en los cambios texturales y rítmicos hasta una majestuosa conclusión de resonancias marciales.

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