Granada

Gabriel y los astronautas

UNA tarde de julio de 1998 recibí una llamada telefónica a mi laboratorio. Era Pedro Duque. Yo no le conocía. Me dijo que la tripulación de la misión STS-95 acababa de reunirse con el presidente Clinton. Era un encuentro atípico, pero la misión también lo era porque en ella participaba John Glenn, una leyenda de la astronáutica americana y a la sazón, senador demócrata. Pedro me dijo que Clinton les había insistido una y otra vez que no dejaran de visitar Granada.

Era habitual que, tras un vuelo espacial, las tripulaciones hicieran una visita a los países de los distintos astronautas que la formaban, pero esas visitas se limitaban a las capitales de los países ¿Cómo venir a Granada? Pedro había comprobado que entre los numerosos experimentos que se iban a realizar a bordo de la lanzadera Discovery, tres eran de nuestro laboratorio en Granada, por lo que podría justificarse la visita y me pedía que la gestionara.

Yo, era y soy un simple científico sin apego alguno al mundo de la política, pero le prometí que haría algunas consultas. Al día siguiente pedí cita en la Junta de Andalucía en Sevilla. Allí me dijeron que no veían claro el interés de la visita, que por qué iban a venir los astronautas a Granada, que la investigación espacial no era prioritaria en Andalucía, que… No pude convencerles. Resignado, volví a Granada y pedí cita al alcalde de la ciudad. A los pocos días me recibió Gabriel Díaz Berbel, cuya muerte nos ha sorprendido y entristecido a todos.

Le empecé a contar la misma historia. Atendía como un ave de presa, con sus ojos claros brillando, como un halcón al acecho. No habían pasado dos minutos cuando me dijo: "esto es para mí". Yo quise continuar, pero me dijo "no te preocupes de nada, déjamelo a mí; esto es una gran oportunidad para la ciudad y no la vamos perder". Lo demás ya lo saben ustedes. El Discovery voló exitosamente con nuestros experimentos en noviembre de ese mismo año y en enero de 1999 toda la tripulación visitó la ciudad. El enorme impacto de esa visita sobre la visibilidad de Granada particularmente en Norteamérica es incontestable. Y eso se lo debemos al alcalde Díaz Berbel, quien además supo arreglárselas para que esa operación de imagen -cuyos detalles berlanguianos algún día contaré- no le costara dinero a las arcas de la ciudad. Desde entonces, cada vez que me lo encontré por la calle o en algún evento me hablaba de la ciencia: "tú sabes que yo estoy con el Parque de las Ciencias, me da igual lo que diga mi partido". Y a voz en grito por los aeropuertos: "dile a Ernesto (Ernesto Páramo) que le voy a regalar al Parque la máquina de vapor de mi abuelo ¡Yo con la ciencia!".

No sé si estaba con la ciencia, pero sí que era agradecido. Él sabía que mi laboratorio -ese laboratorio que lideraba experimentos de cristalización en el espacio- era tan minúsculo que tenía serios problemas para alojar al creciente equipo de colaboradores y a los aparatos que construíamos y usábamos. Una tarde, Sebastián Pérez, entonces su concejal de Cultura, me llamó y me espetó: "Que dice el alcalde que si quieres el Carmen de los Mínimos". Sorprendido pero ilusionado, consulté con José María Quintana, delegado del CSIC en Andalucía, quien nos ayudó para firmar el convenio. Y con mi entonces colaborador y ahora colega Fermín Otálora diseñé un precioso proyecto para crear en "su" barrio albayzinero un laboratorio abierto a la ciudad, con un programa de interacción con los colegios del barrio, con un jardín de rocas dotado de wifi abierto y un programa de divulgación científica para las noches de verano. La ciencia no nos preocupaba porque la sabíamos hacer, pero una larga e inoportuna enfermedad y un puñadito de gente sin alma nos quitaron los Mínimos.

Debería acabar este artículo con un descanse en paz. No puedo hacerlo porque no puedo imaginarme a Gabriel Díaz Berbel quieto. Allí donde esté, estoy seguro que seguirá disfrutando plenamente de una nueva vida, maquinando negocios, dando juego a diestro y siniestro y haciendo más llevadero y agradable el día a día de sus convecinos. Ojalá que la memoria colectiva de esta ciudad de Granada no le olvide nunca. Se lo ganó a abrazos.

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