REAL SOCIEDAD | GRANADA CF

Dignidad en el último aliento (2-1)

  • Dos fallos defensivos empujan al Granada a la derrota y al descenso a Segunda División, sellado en el campo en el que se encarrilaron tres salvaciones.

  • Tony Adams, con los cambios, interrumpe lo que pudo ser un triunfo.

¿Qué se siente al bajar a Segunda? De la manera en la que lo ha hecho el Granada, a película de Michael Haneke. O de Lars Von Trier. A historia melancólica, evocadora de tiempos pasados mejores y a final inevitable en la muerte. Cuando Mateu pitó el final, después de ver al Granada más digno de las últimas jornadas, quedó la sensación de tristeza y alivio de los familiares de un finado que, sabiéndose cercano al final, luchó para alcanzar ese último soplo de vida. El descenso no ha sido tan traumático como lo hubiera sido en Vallecas, en Valladolid, o en aquella tarde de bizcocheo en Los Cármenes frente al Atlético. A la afición se le han ahorrado muertes súbitas a cambio de padecer una temporada en la que el fútbol se ha cobrado las que le debía al equipo de las temporadas anteriores. Ni siquiera hizo efecto la metadona de Anoeta, ese estadio donde se alzó la bandera de tres permanencias, aunque durante muchos minutos sí resucitó a un equipo que dio una imagen de seriedad desconocida desde hace meses, que incluso puede quejarse de una mala decisión arbitral que le hubiera alargado la vida un domingo más, y que se desangró por donde lo ha hecho todo el año: por una defensa que nunca estuvo a la altura y por un gol dentro de los diez minutos finales.

El Granada baja a Segunda en su peor temporada deportiva y con el entrenador con peor balance de su historia en sus primeros partidos. Tony Adams revolucionó la convocatoria para darle cabida a jugadores con aspiraciones (que no certezas) de seguir el año que viene como Uche Agbo, Aly Mallé, el único que encaró con sentido junto a Andreas Pereira, o Martin Hongla. También desplazó a Donosti a un panciverde, a Juanan Entrena, para no hacerle debutar en la máxima categoría. Adams quitó sin razón aparente a uno de los mejores, Adrián Ramos, que marcó el gol, le quitaron otro, y rozó uno más. Como si no quisiera morir matando, el inglés retiró al colombiano para que el equipo dejara de ser alguien en ataque cuando la cosa marchaba 1-1 y había motivos para obligar a ganar al Leganés y al Deportivo para mandar a Segunda al equipo.

El Granada que firmó su descenso a Segunda no lo mereció con los noventa minutos de ayer. O quizás, sí, porque el empate tampoco valía. Por momentos se vio a un equipo con orgullo, que se comportó con solidaridad, empuje y atrevimiento... Pero sin fútbol. Con un doble pivote absolutamente carente de chispa, imaginación y visión, formado por Angban y Uche Agbo, que si destacaron fue porque el valor de ayer del Granada fue la destrucción y la contención, sólo la aparición de Andreas Pereira para recibir girarse y echar al equipo para adelante sacó la incredulidad del granadinismo y la vergüenza de los blanquiazules, que temieron por un pinchazo frente a un descendido que les quitara del camino europeo.

Incómoda y sorprendida la Real Sociedad, solo la timidez para irse arriba de los rojiblancos evitó un disgusto mayor para los de casa. Fueron los intentos de un Aly Mallé con poco apoyo arriba, al igual que Isaac Cuenca, y un Ramos que perdió más balones de los que fue capaz de retener para hacerlos jugar, los que hicieron tibios a los rojiblancos. Fue una falta botada por Pereira que se marchó muy desviada a la media hora la que animó a los de Eusebio, que empezaron a martillear el flanco izquierdo de la zaga granadina. El lado de Gastón Silva, que volvió a llorar ayer al final del partido al igual que lo hizo el martes ante el Málaga, el talón de Aquiles por el que se consumó el descenso. Al tercer aviso por su espalda Oyarzábal se coló en el área, y con una eternidad por delante marcó el primero Vela. El jugador más peligroso de la Real entró hasta el área pequeña para rematar sin que Ingason, Gastón Silva o algún medio en la ayuda le persiguiese. La historia nuestra de toda esta temporada.

De nada sirvió el esfuerzo de Andreas Pereira, omnipresente en todo el campo como su mapa de calor indica, ni que los laterales fueran más incisivos que de costumbre, ni que los del doble pivote esta vez no la pifiaran. El global suma siempre tan poco que los fallos individuales, como el de Gastón, echaron por tierra todo el curro.

El Granada no jugó mejor en la segunda parte que en la primera, pero llegó con más peligro porque apareció Adrián Ramos y la Real dejó más espacios dispuesta a sentenciar. Tampoco se recuerda que el equipo llegara con tantos efectivos al área contraria esta temporada como en el remate de Adrián Ramos para empatar. Cinco 'coral-flúor' podían marcar, pero lo hizo el colombiano, que cuando mejor estaba, Adams lo retiró del campo para darle definitivamente el mando a la Real. No volvió a ser el Granada que asustó a Anoeta durante setenta minutos. Lo notó la Real, que no quería la deshonra de dejarse puntos ante el equipo que iba a descender dentro de unos pocos minutos. Canales, con magia, fijó las atenciones de una defensa ya superpoblada para dibujar un arco iris que el ex malaguista Juanmi convirtió en el 2-1. Menos mal. Perder la categoría con un empate es demasiado lúgubre, intrascendente. Pero esta campaña del Granada no merece otra cosa. Lloraron los granadinistas sobre el césped, más que en jornadas previas. Esta vez sí se dieron cuenta de que, incluso jugando medio bien, tienen vedada la miel de la victoria.

El año I de Jiang Lizhang, y también primero post-Pozzo-Pina, acaba en fracaso, con un equipo por reconstruir al completo, una hinchada a la que reenganchar, y un proyecto por germinar. En el año II hay una categoría a la que respetar y otra que recuperar. Volveremos.

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