Difícilmente tendrá otra ocasión el Granada CF de asaltar San Mamés con la simplicidad con la que pudo hacerlo ayer. Pese a las facilidades dadas por un Athletic Club plagado de bajas y plano en su juego, los rojiblancos no lo merecieron, algo que deja en muy mal lugar su actuación a lo largo de los noventa minutos. Si a la falta de eficacia y brío granadinista se le unen, además, los harakiris que se autoinfligen cada vez que la pelota se pasea en las postrimerías de su área, el resultado no puede ser más previsible. La pobre estadística que ambos conjuntos protagonizaron sobre el pasto habla a las claras de lo que fue el encuentro. Mas, si cortas fueron las prestaciones de los leones, peores fueron las de Alcaraz y los suyos.

Cuando una escuadra visita La Catedral y se muestra tan endeble como lo hizo ayer el cuadro granadino, lo más probable es que falten dígitos para contabilizar las llegadas y disparos de los bilbaínos. A pesar de todo, ese no fue el caso. Los dos equipos pisaron la caja rival el mismo número de ocasiones: 15. En una cita insulsa -demasiado para lo que se juegan los de franjas horizontales cada vez que saltan al verde-, los vascos no necesitaron, entre otros ejemplos, ni siquiera botar un solo saque de esquina para hacer temblar a la zaga visitante. Tristemente para la hinchada de Los Cármenes, los suyos muestran una cara incluso peor a la habitual lejos de sus dominios.

El belga de origen brasileño Pereira y el marroquí Carcela fueron los que más percutieron sobre el arco de Iraizoz, con dos disparos cada uno. Sin embargo, más allá de cifras, las sensaciones que transmitió su equipo fueron bastante negativas. El Athletic, sin unos números estratosféricos -ni mucho menos-, venció con claridad y no vio peligrar nunca su triunfo. Un diagnóstico revelador.