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Antonio Carvajal: el jubilado improbable

Acaba de entregar el acta de su último examen como profesor de Métrica de la Universidad de Granada. Y sólo ha suspendido a los estudiantes que no se han presentado a la convocatoria de septiembre. Antonio Carvajal se jubiló por la mañana como catedrático y por la tarde como director de la Cátedra Federico García Lorca con la inauguración de una una exposición en la Fundación Rodríguez Acosta. Su proyecto más inmediato es viajar, aunque no tendrá que encontrar alojamiento rebuscando ofertas en internet. Sus amigos se lo disputan como huésped y podrá recorrer el mundo sin hacer check-out.

Afronta su jubilación sin el agobio de cómo ocupar el tiempo libre y sin la menor intención de apuntarse a clases de tai-chi. "Toda mi vida he suspirado por no tener que hacer nada", dice aunque se siente un incomprendido entre sus conocidos. "Que alguien me diga qué forma tiene el tiempo y qué capacidad para poderlo llenar", continúa en su alegato de la pereza.

Pero su agenda no es una sucesión de páginas en blanco y ya tiene prevista su participación en numerosas actividades, como un congreso en Madrid sobre José Antonio Muñoz Rojas "al que voy con toda la ilusión del mundo". "Luego hay otras cosas que no me hacen tanta ilusión pero a las que también acudiré", apostilla el Premio Nacional de la Crítica en 1991 por Testimonio de invierno. Incluso huye el tópico de que dispondrá de más horas para escribir. "Los poemas vienen cuando ellos quieren y se van cuando les apetece", afirma. Pero aunque se vea a sí mismo como protagonista de Los lunes al sol, lo cierto es que, además del título vitalicio de poeta, continúa al frente la Colección Genil de literatura, dirige tesis doctorales en su departamento y sigue como académico de la Academia de Buenas Letras, entre otras ocupaciones.

Sus 30 años como profesor universitario han transcurrido entre la Facultad de Traducción y la de Filosofía y Letras, donde se incorporó al departamento de Teoría de la Literatura. Aquí ha tenido la suerte de estar enfrente de alumnos vocacionales que más tarde se han convertido en amigos. Algunos de ellos son ahora reputados poetas o novelistas aunque Carvajal no cree que la Facultad de Letras tenga que fabricar escritores. "Las universidades crean licenciados y ahí está José María Pérez Zúñiga para demostrarlo, escritor y doctor en Derecho", apostilla. Incluso Vicente Aleixandre, con todo su Premio Nobel, "era intendente mercantil". Antonio Carvajal no ha creado un semillero de nuevos autores "sino un auténtico secadero de tabaco con todos los escritores colgados boca abajo", dice con humor. Respecto a sus cuatro años al frente de la Cátedra García Lorca, saca pecho y afirma que ha hecho más en su mandato que todo lo que se hizo anteriormente. Incluso le salpicó la polémica cuando invitó al profesor José Antonio Fortes, profesor en el Departamento de Literatura Española de la UGR, quien sostiene que Lorca no era sino un escritor burgués de poco valor. Este acto le valió las críticas encendidas de buena parte de la intelectualidad. "A mí me han ofendido muy bien, pero como decía Vicente Aleixandre, 'los que nos hieren se olvidan de que nos hieren para siempre', porque aunque la herida cicatrice de vez en cuando pica, y eso ya no tiene arreglo".

Con su retiro, Antonio Carvajal no va a brindar con champán. Prefiere un buen vino o un güisqui Lagavulin de, como mínimo, 16 años. Pero en sus aficiones etílicas también hay poesía. Otra de sus marcas de referencia es la irlandesa Jameson desde que el escritor irlandés Theo Dorgan le aficionó a sus vapores.

Antonio Carvajal apura sus últimos cafés como profesor de la UGR y le da las últimas caladas a la vida universitaria. Y remarca que se va en el momento justo, cuando el corsé de la libertad de cátedra todavía es amplio. "Ya mismo empezaremos a tirar de las cintas... Incluso ya se ha atentado de hecho contra la libertad de cátedra", dice en referencia a las críticas vertidas contra el profesor Fortes por enseñar a sus alumnos su personal visión de Lorca en la asignatura sobre la Generación del 27.

Y cuando se le menciona el nombre de Esperanza Aguirre salta un resorte en su interior llamado indignación. "Hace años que estamos asistiendo a la degradación del profesor de Secundaria a unos extremos vergonzosos", comienza. "Si Gerardo Diego publicara hoy su antología no podría promocionarla porque cada vez que le invitaran considerarían que se iba a escaquear y a huir de sus responsabilidades como profesor". En su opinión, a los profesores los han convertido en "porquerizos" y los malos alumnos están discriminados positivamente mientras el buen estudiante está dejado de la mano de un dios improbable. "Bolonia es el triunfo de la pedagogía", resume peyorativamente.

En cuanto a otro gran problema, el absentismo, Carvajal sostiene que sus alumnos suelen ser de segunda o tercera titulación, muchos de ellos ya trabajando. Estos no faltan. Lo malo son los alumnos a los que no les puede poner cara. "Los profesores aprendemos continuamente de las preguntas y de las inquietudes de los alumnos, que cuando faltan no es sólo que se priven de mis enseñanzas, es que me han privado de lo que me pueden aportar a mí", dice poniendo ejemplos a continuación para demostrar que no es un brindis al sol con Lagavulin. Un caso es Juan Varo Zafra, ahora profesor, que en su libro de aforismos se pregunta: "¿Cuántos malos poemas empiezan por llueve?". "Claro, son preguntas que nos deberíamos hacer los lectores de poesía". El alumno Varo Zafra le hizo observar también la cantidad de metáforas en aposición introducidas por el demostrativo ese o esa. Por ejemplo: "El silencio, ese velo de sombra que se cierne sobre el alma". Otro más: "Estábamos disfrutando del amor, ese truhán perpetuo", recita Carvajal sin que el interlocutor se aclare de si está improvisando con humor un mal poema o está recitando un mal poema ajeno. Otro día se topó con un alumno por la calle. "¿Qué hace usted?", le preguntó el profesor. "Es que hoy me he levantado un poco maganto", le respondió el alumno poniendo en su oído una palabra que el diccionario daba como muerta. "Pues resulta que está viva por mucho que diga la Academia y es una palabra vulgarísima en parte de la provincia de Granada". Y un término más al saco. Otro alumno cordobés, comentando la Oda a Roosevelt de Rubén Darío, le dijo que, puesta en el ordenador, reproduce el mapa de América del Norte. "Y es verdad", concluye Carvajal, el jubilado improbable.

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