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'L'enfant terrible' cumple cincuenta años

  • El actor Sean Penn se ha caracterizado por la rebeldía y el compromiso

El talento domó -o al menos eclipsó- a la bestia y, a sus 50 años, con dos Óscar, una carrera granítica y estrenos pendientes tan dispares como las nuevas cintas de Terrence Malick, Paolo Sorrentino y los hermanos Farrelly, nadie discute que Sean Penn es uno de los grandes de Hollywood.

Camaleónico y temperamental, Sean Penn, que cumplirá medio siglo mañana, lleva en su mirada la mayor de las iras y la más infinita de las ternuras.

Sensibilidad y brutalidad a la manera de Brando, olfato para hacer de su carrera un ejemplo de buen gusto y una actitud a la que se ha reprochado cierta falta de tacto.

"Mi actor favorito es Sean Penn", dijo una vez en una entrevista cuando optó por primera vez al Óscar por Pena de muerte. Y así resumió un carácter que ha canalizado en grandes interpretaciones y reivindicación política, pero que también le ha llevado a la cárcel y a dos matrimonios tempestuosos.

Penn nació el 17 de agosto de 1960 en Los Ángeles County (Estados Unidos) en una familia de artistas que le facilitó adentrarse en Hollywood. Pronto destacó en papeles de rebelde: forjaron su calidad de satélite del "brat pack" (grupo de mocosos) Aquel excitante curso, Bad boys o El juego del halcón, de John Schlesinger.

En esa película interpretó al narcotraficante Daulton Lee con tan buenos resultados que, como agradecimiento, Penn contrató a Lee como asistente personal. Excentricidades primerizas de un aprendiz de estrella que hizo un máster en esta disciplina al casarse con Madonna en 1985.

"Recuerdo ese matrimonio como muy ruidoso. No recuerdo haber tenido una sola conversación en cuatro años de matrimonio. He hablado un par de veces desde entones con Madonna y hay una persona ahí dentro, pero no lo sabía", reconocería años más tarde.

Ya en los noventa, su talento fue reclamado por directores de más enjundia y Penn se convirtió en una inquietante presencia para el nuevo cine negro: El clan de los irlandeses -donde conoció a su segunda esposa, Robin Wright- y, sobre todo, Atrapado por su pasado, de Brian De Palma.

Con más poder de decisión, empezó a marcar el camino que quería para sí. Inauguró su carrera como director con Extraño vínculo de sangre y, en 1995, llegó su verdadera consagración como actor, Oso de Plata en Berlín incluido, con Pena de muerte.

Comenzó a colocarse a la izquierda como una de las conciencias de Hollywood. "No me considero especialmente político. Pienso que trabajar como actor y ser humano implica algo de política y preocupación por otros humanos", dice con modestia.

Y mientras, le ha dado tiempo a construir una familia -dos hijos con Robin Wright-, sin dejar de tener algún escándalo personal -como cuando fue sorprendido por Wright con dos prostitutas rusas- y, ahora sí, una espléndida carrera.

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