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'Santurario', la joya mejor escondida en el escritorio de Edith Wharton

  • Impedimenta edita por primera vez en castellano la hasta ahora inédita 'Santuario', una de las primeras obras de la autora de 'La edad de la inocencia'

"Ella se daba cuenta, mientras hablaba, de que se estaba aventurando de nuevo mucho más allá de donde él podía llegar, a través de sensaciones muy complejas y nuevas incluso para sus propias tendencias exploratorias". Ella es Kate Orme, una joven mujer que lucha por superar su recién estrenada situación: él es su marido, un ser desconocido que se parece cada vez menos al hombre del que se enamoró. Éste es el punto de partida de Santuario, posiblemente una de las obras menos conocidas de la prolífica bibliografía de la escritora norteamericana Edith Wharton, pero también una de las más reconocidas por la crítica, y que ahora se reedita por primera vez en castellano a través de la editorial Impedimenta.

Wharton nació en 1862 en Nueva York, aunque las circunstancias de su vida la convirtieron, paradójicamente, en una de las voces literarias que consiguió retratar más certeramente los entresijos de la compleja sociedad burguesa europea de finales del siglo XIX. Pionera en su forma de narrar el despertar de la mujer y dotada de una fina ironía, Santuario es sólo una de las muchas joyas que aún permanecen escondidas en el escritorio de Edith Wharton para el gran público. Otras, como La casa de la alegría, fueron ampliamente reconocidas en su tiempo, aunque fue La edad de la inocencia, premio Pulitzer de Novela en 1921, la responsable de expandir por todo el mundo parte de su narrativa.

Wharton fue una de las muchas mujeres que nació antes de tiempo, antes de una época que le hubiese permitido brillar más. Una infancia infeliz, un matrimonio frustrado con un hombre rico mucho mayor que ella que no se molestaba en ocultarle sus infidelidades, una agitada relación con el círculo de intelectuales del momento -el escritor y crítico literario Henry James presumía de ser uno de sus mejores amigos- y esporádicos escarceos bisexuales -desde la poeta Mercedes de Acosta a la cantante de ópera Camilla Chabbert- le sirvieron, sin embargo, para crear una personalidad literaria fuerte que se movía con soltura por todos los géneros.

La casa de la alegría destapó por primera vez a Lily Bart, uno de los personajes femeninos más exquisitos de las letras de todos los tiempos, y con el que la autora compartía numerosos y evidentes rasgos de personalidad. Ambas no tenían demasiado bien asimilada su edad e insistían en comportarse en todo momento como las niñas que ya no eran, sin importarle las críticas o los comentarios mal intencionados de la gente de su alrededor.

Wharton encontró en Inglaterra un lugar donde desarrollar con más ímpetu su personalidad literaria. Conocía hasta el más mínimo detalle la vida de la clase alta y la supo retratar con verosimilitud, perspicacia y un toque de elegante ironía su caprichosa forma de ser y su fondo lleno de complejos ante su ignorancia generalizada.

Miembro de la Academia americana, fue la primera mujer en obtener la medalla de oro del Instituto Nacional de las Artes y las Letras de Estados Unidos y también la primera en ser nombrada Doctor Honoris Causa por la Universidad de Yale. Aunque Wharton debe la mayor parte de su fama la debe Wharton a La edad de la inocencia, una novela que indagaba en el Nueva York de finales del siglo XIX desde la perspectiva de un peculiar triángulo amoroso que llevó con maestría a la gran pantalla Martin Scorsese en 1993.

La edición de Santuario en castellano, con traducción de Pilar Adón, acerca ahora un nuevo retrato de la clase alta neoyorquina, plagado de matices de suspense y con una inaudita capacidad de atrapar al lector. Y su rescate del último cajón del escritorio regala una nueva mirada al mundo de una mujer que se resistió a ser como los demás.

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