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Tumba 33 El túnel del tiempo

  • El antropólogo granadino Miguel Botella acaba de regresar de Egipto, donde ha participado por séptimo año en los trabajos en el yacimiento de Qubbet el-Hawa

El antropólogo granadino Miguel Botella guardó hace unos días el turbante azul que utiliza durante sus excavaciones en Egipto; ha retomado su bata blanca en la Facultad de Medicina, pero casi no ha tenido tiempo de sacudirse la arena del desierto y todavía tiene reciente en su memoria las imágenes de la tumba 33 del yacimiento de Qubbet el-Hawa, el lugar elegido por los gobernadores del sur del país de los faraones para pasar a la eternidad. En su despacho en el laboratorio de Antropología tiene colgados en la pared unos recortes de prensa que, de alguna manera, lindan con su trabajo. Se trata de una serie de esquelas seleccionadas, como una dedicada al "más grande de los aficionados al cante jondo y al silvestrismo", además de otra que recuerda a una señora que era "jugadora de póker, fanática del Real Madrid y amante de los perros, especialmente los pastores alemanes".

Con una cronología de entre el 2100 y el 700 a. C, la tumba 33 ya estaba saqueada cuando los investigadores entraron en ella, pese a lo cual se han encontrado cerca de 150 restos de humanos, de los que en algunos casos solo quedaba el esqueleto "porque las termitas se habían comido los ataúdes y los vendajes". Con todo, han recuperado más de treinta momias y sus respectivas historias.

Miguel Botella lleva siete años trabajando en un proyecto andaluz de la Universidad de Jaén liderado por Alejandro Jiménez Serrano. Esta tumba 33 estaba destinada en principio para los gobernadores de Elefantina, una isla cerca de Asuán fronteriza con los negros del sur, con Nubia. Es un enclave básico a nivel estratégico para los egipcios y de gran importancia comercial porque recibían los productos del resto de África, como marfil, oro o esclavos. Al tiempo, de allí partían las expediciones militares punitivas contra los demás pueblos, sobre todo contra los belicosos nubios. "Estas tumbas destinadas a los gobernadores son unos hipogeos impresionantes excavados en la roca, donde las paredes están más lisas que las de mi despacho", señala Miguel Botella, un hombre con un fino olfato para la antropología; tanto que hasta podría identificar a una momia con los ojos cerrados. "Tienen un olor dulzón muy característico, tenue pero muy peculiar, nada desagradable", señala el investigador que en esta campaña se ha encontrado con la gran sorpresa de descubrir restos de pigmeos. Sobre la importancia de este hallazgo, el antropólogo señala que desde el yacimiento de Qubbet el-Hawa hasta la tierra de estos hombres de menos de metro y medio de altura, en el Lago Victoria, hay más de 2.000 kilómetros, "lo que implica unas expediciones de más de cinco años en tierra hostil y también unas rutas perfectamente establecidas", señala.

Todas las tumbas están perfectamente conservadas, con frescos y pinturas "espectaculares". Encontraron un pozo de cinco metros con los restos de dos personas y los ataúdes intactos. En el pozo original hecho para el primer gobernador, de catorce metros de profundidad, se toparon con unas cámaras llenas de ataúdes más modernos. "Ellos hacen un pozo de un metro y medio de ancho y catorce metros en vertical excavado en la roca, hacen sus galerías y ponen al señor. Después llenan el pozo con cascotes. Pasan los años, llegan los saqueadores y tienen que sacar todos estos cascotes para poder profanar la tumba, dejan tiradas las cosas que no quieren y van metiendo también otros muertos", resume Botella sobre la historia milenaria de estas tumbas.

Objetos de oro han hallado poco por el concienzudo trabajo de los profanadores, pero sí han encontrado centenares de piezas de cerámica o una daga "espectacular" que estaba junto a una momia, hecha de plata, ébano, marfil y cobre. También maderas más o menos preciosas como cedro importando probablemente de Líbano, figurillas, estelas... "Podríamos hablar de cerca de 20.000 piezas y lo que falta por sacar, porque es una tumba de esas para dedicar una vida entera", señala para anticipar a continuación que, en su próximo viaje a Egipto, ya está identificada una nueva cámara que está por investigar.

Los gobernadores que habitaron en Qubbet el-Hawa eran casi los reyes de su territorio porque la capital del Imperio estaba a más de 800 kilómetros. En una de las tumbas han encontrado una carta en la que el faraón le agradece los cinco años que ha estado a su servicio y le manda a sus arquitectos y escultores para que haga su tumba. El hipogeo se construye para este mandatario, pero luego se incorporan las momias de su familia y, cuando pasa el tiempo, como en estas tumbas importantes se ponen ofrendas, se va acumulando más gente para que también disfruten en la otra vida de todos estos lujos.

Miguel Botella tenía que cruzar el Nilo todos los días para ir a su trabajo, que se centra en el análisis antropológico de las momias. En este sentido, las estelas pueden mentir, pero los huesos no. "El enfermo de hoy tiene un tratamiento, en aquel momento no y ves la enfermedad más desnuda y cómo la gente muere de cáncer en unas condiciones horribles. Pero esto implica que hay una sociedad detrás que cuida al enfermo, que tiene excedentes para poder dedicar a estas personas...". También se ve que no vivían tan bien como se podría pensar, ni siquiera los gobernadores. Todos tenían que beber agua del Nilo, que por entonces ya estaban muy contaminada porque las poblaciones de alrededor del río echaban allí sus aguas residuales. Si a esto se le suman temperaturas que alcanzan los cincuenta grados a la sombra o la malaria de las aguas encharcadas, se puede decir que el Nilo daba la vida, pero también la quitaba por otro lado.

En cuanto a la alimentación, Botella observa una evidente desnutrición, con enfermedades posiblemente provocadas por un mal estado físico. Comían básicamente trigo, bebían una cerveza que era semisólida y tomaban poca carne, con lo que ingerían pocas proteínas y muchos hidratos de carbono.

En cuanto a los análisis sobre el terreno, la expedición andaluza lleva todo el equipo necesario, pero para pruebas más específicas están tratando de firmar un convenio con el Hospital de Asuán para llevar allí el material y utilizar el servicio de Rayos X. Según Botella, "las normas del Servicio de Antigüedades son muy estrictas, pero parece que el próximo año sí podremos hacer tomografías, con lo que no hace falta desenvolver a la momia para estudiarla". De hecho, las autoridades no les permiten sacar ni una sola pieza de la tumba y necesitarían una autorización especial para cada muestra, aunque sí tienen equipamiento para hacer allí las pruebas del carbono 14.

Hay un control estricto pese a que el Museo Nacional de El Cairo se saqueó hace apenas tres años. "Las autoridades egipcias han hecho unas normas muy restrictivas, un contrapunto excesivo al saqueo sin límites del pasado", apunta.

Es una herencia del controvertido Zahi Hawass, exministro de Antigüedades y figura habitual en los documentales de National Geographic, donde aparece como un Indiana Jones sedentario hallando tumbas y descubriendo por qué murió Tutankamón. El secreto de este superhéroe de la arqueología reside en que, cuando un equipo vislumbra algo, al segundo tiene que cerrar el enterramiento y es un funcionario egipcio el que descubre oficialmente lo que allí se esconde.

Además, sobre si es verdad el tópico de que, si quieres conocer la historia de Egipto hay que ir a Inglaterra, Botella señala que ya no es verdad, aunque es cierto que el Louvre, Berlín y el Museo Británico tienen piezas esenciales. Sobre la vuelta a su país de origen, se muestra de acuerdo, "pero tendrán que regresar siempre que las condiciones políticas y sociales lo favorezcan, porque es patrimonio de los egipcios".

De lo que no cabe duda es de la fascinación que ejerce Egipto, algo se ve con el simple gesto de mirar en un quiosco, donde siempre hay una revista de Historia con una pirámide o el sarcófago de un faraón en portada. "Es una civilización fascinante de la que queda mucho por investigar, fue una civilización que duró 3.000 años, los egipcios dicen que sólo se ha descubierto el 15% de los restos arqueológicos que todavía están ocultos en la arena del desierto", señala sobre unas piezas que son muy apreciadas por los museos y por la gente pudiente para decorar sus salones.

Miguel Botella regresará a Egipto y, de nuevo, cuando los del lugar sepan que es español, al segundo le hablarán de Cristiano Ronaldo o de Messi. "Ves las pirámides y siguen asombrando. Y fuera del tópico, fueron construidas por un pueblo libre, no por esclavos", concluye Miguel Botella antes de cerrar la puerta de su despacho, donde también tiene colgados recortes de periódico con estudios peregrinos, como uno que en el titular afirma que "los hombres velludos son más inteligentes". El sentido del humor no está reñido con la investigación de los restos humanos.

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