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El derrumbamiento de un héroe

  • La London Symphony Orchestra bajo la batuta del genial Sir Simon Rattle interpretó para un repleto Palacio de Carlos V la Sexta sinfonía de Mahler, una obra cargada de tragedia

"La felicidad no es nunca grandiosa", determinaba Aldoux Huxley en la indispensable distopía Un mundo feliz. Y anoche, Gustav Mahler, la London Symphony Orchestra y Sir Simon Rattle le dieron la razón al escritor británico.Trágica fue la oscura y pesimista sinfonía encargada de cerrar el segundo fin de semana de este 66 Festival de Granada. La tragedia, anoche sí alcanzó las cimas de la excelencia.

La formación británica, establecida en 1904 por los mejores músicos de Londres del momento, se caracteriza por su espíritu divulgador e independiente. Tal y como se formó, la orquesta sigue siendo propiedad de sus miembros. Por su parte, la gran dirección corrió anoche a cargo de Sir Simon Rattle, una de las más laureadas batutas a nivel internacional, que desde los años ochenta, cuando comenzó sus grandes logros profesionales, atesora una ingente cantidad de méritos y reconocimientos.

La London Symphony Orchestra desplegó en el Palacio de Carlos V la Sinfonía número 6 en la menor de Gustav Mahler. Esta obra, según el compositor Alban Berg (1885-1935) llega a estar por encima de la mismísima Pastoral de Beethoven. Otra anécdota curiosa en relación a la partitura es el carácter agorero que se le llegó a atribuir. La historia es esta: en el momento que Gustav Mahler componía Trágica, el músico atravesaba quizás la mejor época profesional y personal de su existencia. Sin embargo, fue en este momento dulce cuando el de Bohemia decidió componer una desesperanzada sinfonía llamada Trágica. El embrujo, dicen, se lanzó. Tan sólo un año después de su estreno en 1906, empezaron a llegar a la vida del compositor una serie de catastróficas desdichas que al final acabaron golpeando todos los aspectos de su vida. De hecho, estos acontecimientos se suelen relacionar con los golpes de percusión que aparecen al final de Sexta, y de esta manera se insinúa el cariz premonitorio de la misma.

Malas famas aparte, la Sinfonía número 6 se caracteriza por contar con una gran orquesta dada la época en la que se compuso. Y para esto, además de para dar el chispazo de vida a las notas sobre papel, la London Symphony Orchestra cuenta con todos los atributos. De esta manera, los instrumentos de viento metal junto a una inusual percusión, dotada de incluso un glockenspiel, xilófono y unos cencerros llamados esquilas, dominan el plano sonoro produciendo enormes acumulaciones de resonancias.

Además de este matiz de 'modernidad', la obra cuenta también con una fuerte personalidad cercana a la tradición, aunque conducidos al máximo de sus posibilidades. Un ejemplo sería la utilización del esquema interno de 'exposición-desarrollo-reexposición', o sea, la utilización de la forma sonata tanto en el comienzo como en el final.

Anoche, el público ocupó casi cada metro cuadrado del Palacio Carlos V, el que dejó libre la gran orquesta que se apostó en el centro del patio.

El Allegro energico (ma non troppo) -pero no demasiado- fue el primero de los movimientos de la Sexta. El derroche de poder y energía se mostró ya al principio con una marcha brusca interrumpida con notas disonantes, que alcanzó el clímax para después desdibujarse en los bajos y, más tarde, volver a surgir. Seguidamente, los instrumentos de viento madera entraron en escena con una tranquila secuencia coral que dio paso al segundo tema, de carácter muy lírico y conocido como el Tema de Alma, con el que Mahler trató de describir a su esposa. Tras esto llegó el bello totum revolutum del esquema de la forma sonata.

Rápidos movimientos de batuta, giros inverosímiles de cuello y fuertes aunque medidos latigazos espinales del director de la orquesta, Sir Simon Rattle se encargó de que este primer movimiento cobrase más sentimiento aún.

Tras los grandes golpes de percusión, tan solo las alas de una paloma -quizás despistada, quizás melómana- rasgaban el silencio del auditorio.

El segundo movimiento de la noche fue un Andante moderato, aunque en otras ocasiones este ocupa el tercer lugar de la obra. La interpretación de ayer del Andante moderato, que presenta una alternancia de dos temas, es decir, una estructura de rondó, siendo ambos de un profundo carácter dolido y melancólico. Es en este punto donde surge otro disparo de aflicción. Evoca a las hijas del compositor andando por la arena. La pieza termina con un doloroso quejido que, evidentemente, se ha relacionado con las citadas Canciones a la muerte de los niños que compuso Mahler en la época. Trágico y doliente, pero con la belleza densa que guardan las heridas abiertas.

Al final de cada movimiento el público aprovechaba para moverse o toser. Mientras los músicos estuvieran en acción no había más cuerpo que el que creaba la música ni más necesidad que la de abstraerse en el mundo sinfónico de Mahler.

El tercer movimiento de la interpretación de la London Symphony Orchestra fue el Scherzo impetuoso, lo que concuerda con la tradición de colocar este tiempo en el tercer lugar de las sinfonías. Esta parte situó al Palacio de Carlos V en un estado de frenesí gracias al carácter impetuoso y con frecuentes irregularidades rítmicas de la pieza.

La conclusión del concierto llegó a golpe de latido del Finale, el movimiento más largo y complejo de la sinfonía, que se conformó como sonata bastante evolucionada y con unos primeros compases bastantes umbríos, dibujados por sonidos de violines. Precisamente la mujer de Mahler, Alma, recogiendo las palabras de su marido, describió este movimiento final como "el derrumbamiento de un héroe, sobre el cual caen golpes de muerte, el último de los cuales lo tala, como se tala un árbol".

El aliento final de esta sobrecogedora sinfonía emana desesperanza y decadencia, que paso a paso, nota a nota, se hundió para siempre en el vacío del silencio.

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