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Del miedo a la muerte

  • A partir del temor del hombre al trance último, el argentino Martín Caparrós ofrece en 'Los Living' (Anagrama) una corrosiva panorámica de la sociedad actual

Martín Caparros. Anagrama, Barcelona 2011

El protagonista de Los Living -último Premio Herralde de novela- nace en Buenos Aires el mismo día en que a Juan Domingo Perón se le escapa lo que llamaríamos "el último aliento". También el protagonista se llama Juan Domingo, no por Perón, sino por Juan Bautista Alberti y Domingo Faustino Sarmiento, padres de la república Argentina, pero todos lo llaman Nito, para abreviar. Nito se ha propuesto explicar por qué es como es el común de los mortales o la razón del bullicioso fatalismo de los argentinos, cómo influyen un cúmulo desorbitado de azares en nuestro trayecto vital y el sinsentido que supone el miedo a la muerte. Algo así como Tristram Shandy puesto al día, remozado y servido sobre la bandeja de una prosa que parece estar inventando el idioma en el momento de estamparlo en la página.

Al igual que el resto de nosotros, Nito vino al mundo gracias a ese "optimismo biológico" que lleva a la especie a crecer y multiplicarse; a diferencia de muchos, vio la luz un día de luto nacional, y la muerte se le enredará a la vida desde muy temprana edad. Como para recordarle cuán poquita cosa somos, la Dama Negra le irá saliendo al paso de cuando en cuando. Primero será el padre, atropellado tontamente por un boludo con prisas; después el abuelo, de puro viejo, una cosa que no acaba de quedarle claro al joven: ¿Qué diantres significa eso de morirse "de viejo"? Su madre, que sólo sabe del mundo lo que de él cuentan las telenovelas, intenta llevar al niño por el buen camino, pero la suerte está echada. Sus inclinaciones necrófilas le despiertan el gusanillo de la desesperanza y ahondan en la gusanera de desprecio. El protagonista de Los Living es, como tantos otros, una víctima a la que no le importa hacer nuevas víctimas. Es, digo, un hijo de nuestro tiempo.

Martín Caparrós mete el dedo en la llaga de una verdad hiriente: el miedo a la muerte arruina la vida a unos y otros, grandes y chicos, zurdos y diestros, pues la muerte, una acción democratizadora como pocas, no hace distingos de raza, credo o caché. A su protagonista, Caparrós le encomienda la misión de desacreditarla, de ponerla en su sitio, al final del camino. El proceso empieza por quitarle la broza trascendente y devolverle su condición biológica; la muerte debiera verse como el último acto de todo ser vivo. Nito empieza a trabajar para un santón brasileño de vistoso nombre, Trafalgar Nelson, fundador de una no menos vistosa Iglesia de Dios Madre. Nito debe ir de puerta en puerta -como esos que acosan nuestros timbres con ofertas imposibles de rechazar-, debe hablarle a la gente de un fin plausible y meterles el susto en el cuerpo para así especular luego con la salvación del alma. Que el miedo a la muerte llena los templos. A un feligrés, Nito lo pone esta espada en el pecho: "[usted] querrá morir dormido por el miedo a morirse, y no querrá dormir por el miedo a morirse dormido". El humor negro de Martín Caparrós, de tan negro, nos borra la sonrisa de un manotazo.

Tras la desacralización llega la vulgarización. Nito abandona a Trafalgar Nelson para colaborar con un artista conceptual, de nombre Carpanta, iluminado por una idea cegadora: la única manera de combatir el pavor a la muerte sería incorporando ésta en nuestro día a día. A Carpanta se le ha ocurrido que, en vez de enterrar a nuestros muertos, mediante técnicas de embalsamiento varias, podríamos tenerlos cerquita, sentarlos en la mesa camilla del living, livings también ellos… La historia de Nito se tuerce o endereza al compás de la historia de Argentina, una especie de quimera enquistada en el cono Sur, tierra de grandes escritores (y de escritores que se creen grandes por el hecho de ser argentinos). Martín Caparrós hace una panorámica sesgada de una historia que ha abundado en sobresaltos y desatinos, desde los tiempos dictatoriales de la Junta Militar a la Crisis del Corralito de hace una década, pasando por la Guerra de las Malvinas; una guerra que, en forma de decepción, hizo no pocas bajas en la retaguardia.

Algunas verdades de Los Living son como puñetazos: Creerte dueño de tus actos -nos dice Martín Caparrós- es un acto de soberbia.

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