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La plástica sin fisuras de Andrés Monteagudo

  • El creador granadino muestra su obra reciente en la galería Sandunga

He tenido siempre bastante clara la personalidad artística de Andrés Monteagudo. Su obra, desde un principio, ha mantenido un rigor creativo, un sentido artístico y una emoción estética que la hacían de las más atractivas y con más carácter de cuantos autores forman esa maravillosa generación que eclosionó, allá por la mitad de los años noventa en torno a los criterios acertadísimos de un Emilio Almagro, impulsor -pese a quien le pese y aunque algunos todavía, dentro de su inconsciencia, lo dejen fuera de programaciones anuales- del que es uno de los proyectos expositivos más importantes de cuantos existen en nuestro país.

Aunque Andrés Monteagudo no haya gozado -ni falta que le hacía- de la esplendideces mediáticas de algunos de sus compañeros de grupo artístico y generacional, su trabajo, serio y comprometido, marcaba los esquemas de un carácter artístico lleno de trascendencia y con rasgos creativos basados en una concepción clara y sin fisuras.

Andrés Monteagudo nos lleva demostrando que es artista claro, abierto y con muchos registros. Dominador absoluto de la técnica en sus más amplias manifestaciones, sabe conjugar a la perfección los variados planteamientos de la materia hasta conjugar una obra con muchas y distintos planteamientos. Fue, además, de los primeros artistas que supo adentrarse por los complejos postulados de la instalación, dejando por sentado que sus argumentos no son probaturas experienciales a la búsqueda de algo novedoso, sino que debe ser algo sustentado en la verdad.

La exposición, como no podía ser menos, nos conduce por las muchas circunstancias estéticas de un autor que suscribe una realidad artística con muchos registros y que Monteagudo nos lo sirve desde formatos distintos, instalación, pintura, dibujo y escultura. Y, una vez más, el autor nos plantea una obra que supone un complejo plástico sustentado desde unas bases conceptuales poderosas y que marcan los argumentos estructurales para desarrollar su contundente ideario estético. En este caso el artista nos ofrece unos planteamientos basados en los procesos analíticos de la línea y del color blanco como materia básica para complementar una serie de postulados conceptuales que ofertan infinitos desenlaces.

El autor recrea un espacio creativo desde simples elementos compositivos, desde ahí busca nuevas fórmulas para posicionar nuevos proyectos que, incluso, están muy por encima del propio registro compositivo. Andrés Monteagudo, con sus postulados de artista total, sabe moverse sin complejos por los arbitrarios horizontes de una plástica difícil a la que hay que tener perfectamente dominada para no caer en absurdas incongruencias faltas de toda intención artística.

Estamos, pues, ante una exposición que abre muchas perspectivas, que manifiesta los infinitos desarrollos de unos planteamientos materiales básicos dispuestos para crear desenlaces comprometidos con una filosofía abierta donde todo es posible si está sustentado desde un contundente compromiso conceptual.

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