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La segunda piel de Josep Pons

  • El maestro catalán es nombrado director honorífico de la OCG. Su paso por la formación de 1994 a 2004 fue clave para alzarla al estrellato internacional

La diputada de Cultura, Fátima Gómez; la concejala de cultura, María de Leyva; el director Josep Pons; y el alcalde de Granada durante el homenaje la maestro.

La diputada de Cultura, Fátima Gómez; la concejala de cultura, María de Leyva; el director Josep Pons; y el alcalde de Granada durante el homenaje la maestro. / reportaje fotográfico: Álex cámara

Imaginen una Granada en época de bonanza económica, con una orquesta recién nacida, de provincia, sí, pero con un hambre y un entusiasmo voraz. El mismo hambre, las mismas ganas, con los que le pilló a un joven Josep Pons (Barcelona, 1957) al frente de la misma. El maestro catalán llegaba a la ciudad en septiembre de 1994. Los músicos habían solicitado que fuera Pons el que la dirigiera. Una petición motivada, en palabras de Matthias Stern, violonchelista de la formación orquestral, "por el brillante currículum que atesoraba ya en aquellos entonces". El primer concierto de la OCG que condujo como director invitado, evocó el artista con cariño, fue "la Sinfonía de cámara nº 1 Op. 9 de Arnold Schönberg". Más tarde, ya como titular, se estrenaría con un programa dedicado a Manuel de Falla en septiembre de ese mismo año.

Durante su paso por la OCG, en la que estuvo una década "sudando la camiseta", recalca con la cabeza bien alta, superó numerosos desafíos; consiguió la estabilidad y consolidación de la orquesta, logrando que nunca más fuera cuestionada su continuidad, y conquistó los corazones de Granada a través de unos aliados fieles y leales: los abonados y militantes de la Asociación de Amigos de la OCG. "La puso en el mapa", repitieron ayer una y otra vez algunos de los presentes en el acto donde se le nombró director honorífico de la formación orquestal. Bajo la batuta de Pons, actualmente director artístico del Liceo de Barcelona, la orquesta empezó a tener presencia fuera del país gracias a las giras que le llevaron a algunos de los más prestigiosos auditorios europeos e inició sus grabaciones discográficas para el sello Harmonia Mundi France, trabajos elogiados y premiados por la prensa internacional. Incluso llegó a ser nombrada mejor orquesta española en un ranking de La Vanguardia.

"Tuve la suerte de estar diez años, y en una década uno puede explicarse. A veces si son periodos cortos no consigues tener el tiempo para explicar quién eres, qué quieres y cómo se puede hacer. Es también un tiempo suficiente para no hundirte si no se hace bien. Si sabes aprovecharlo puedes explicar un proyecto", declaró sonriente el catalán minutos después de colocarse en la solapa la insignia de la OCG que le convierte en director honorífico. Cuando se le preguntó por el momento vital que vivía en aquellos entonces, la cara del director se le iluminó. "¡Buena pregunta! Venía de un proyecto maravilloso. Había estado 12 años con la Orquesta Cámara Teatre Lliure, donde lo único que importaba era la música. Éramos un grupo de amigos. Nuestra única verdad era la música. ¡El mundo nos importaba un rábano! Éramos muy jóvenes. Cuando llegué a esta ciudad quería comerme el mundo. Convertí la OCG en mi segunda piel. Intenté llegar a lo más alto y los arrastré conmigo", reconoció sin pestañear. Stern hablaba de una especie de "abrazo profesional" que se dio entre aquel hombre "cariñoso, profesional, humano y gran persona" y la OCG, que le hizo llegar a las más altas cimas de la música.

El director también desveló que las horas que se pasaba en el auditorio eran todas. "Era mi única casa. Trabajaba de forma obsesiva literalmente, que es la única manera de que salgan las cosas bien", subrayó. Otra de las cosas que recalcó, entre risas, claro, de su llegada fue la eliminación del BIS al final del recital: "Imaginen, llegué, di mi primer concierto y no lo hice. No voy a hacer nada que no esté firmado en el contrato (ríe). Luego en el último recuerdo una pancarta enorme, los claveles que nos tiraron, y por supuesto a un hombre, que tras el deseado BIS, el único en diez años, dijo conmalafollá: ¡Ya era hora!".

De su paso a título de turista recordó "los llamados paseos digestivos". "A Granada la olía, la sentía en el cuerpo, pero no la paseaba tanto. Después de comer nos dábamos uno de esos paseos. Se lo inventó Jorge de Persia y lo hacíamos con Alfredo Aracil cuando era director del Festival. Consistía en salir de la mimbre; bordear las murallas por debajo de la Alhambra; ir hasta arriba; entrar al Palacio de Carlos V, una vuelta por allí; ir delante para ver el Albaicín, donde estábamos cinco minutos extasiados; bajamos por la Puerta del Vino; hacíamos reverencia a Debussy y volvíamos al dormitorio. Era una maravilla. Cuando he vuelto sí que he paseado más. Recuerdo muy bien esta etapa. Íbamos a cenar a La Piccola Italia. Pasábamos por la plaza de la catedral. Nos deleitábamos delante de esta joya que no cabe en la plaza. Es una fachada mayor que la plaza. Sigue siendo de una estética que emociona. Hay muchos rincones emocionantes en Granada", rememoró.

El acto de condecoración, celebrado en el Cuarto Real de Santo Domingo y amenizado por el cuarteto Ars Nova con María la portuguesa de Carlos Cano y Danza española de Falla, entre otras canciones, se convirtió en un sentido homenaje a "la encomiable" labor artística y profesional que Pons desarrolló al frente de la OCG durante diez años. "La excelencia y calidad" que la OCG alcanzó responde, puntualizó el alcalde de la ciudad, Paco Cuenca, al trabajo desarrollado por Josep Pons, de quien dijo: "Nos hizo querer, amar y sentir la música y a la orquesta". "Este título lo entiendo como un salvoconducto para que ellos tengan la tranquilidad de llamarme cuando quieran. No existen barreras. Si puedo ayudar, ayudaré", concluía. Una segunda piel que ahora muda en una tercera, con la que podrá "construir el futuro de la OCG".

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