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El vértice de la multiculturalidad

  • Procedentes de tres disciplinas artísticas diferentes, Eugenio Ampudia, Yazan Al-Khalili y Noel Wallace presentaron su videocreación 'La tierra de nadie' como eje sobre el diálogo entre pueblos

Una Alhambra abierta, impulsora del diálogo entre culturas y capaz de mirar con orgullo al pasado para afrontar los retos del futuro. Una Granada como ciudad de origen y de destino final de artistas, musa de creadores y modelo para retratar mil veces. Y un lugar, La tierra de nadie, que inspira a artistas de Oriente y Occidente a soñar, al igual que lo hace el pequeño triángulo que se forma entre los laterales del Palacio de Carlos V y el Palacio de Comares.

El artista vallisoletano Eugenio Ampudia, el arquitecto y fotógrafo palestino Yazan Al-Khalili y el bailarín y coreógrafo británico Noel Wallace se unieron ayer en el preestreno en la Filmoteca de Andalucía de tres de los seis cortometrajes que se podrán ver a través de grandes pantallas en la cripta octogonal del Palacio de Carlos V y que filmaron hace tan sólo unas semanas con la intención de inaugurar por todo lo alto el Hay Festival. Ninguno de los tres artistas se conocía con anterioridad a este proyecto, pero los tres respondieron a la propuesta de la Fundación Delfina, que desde hace unos años se encarga de favorecer las colaboraciones y el intercambio artístico de creadores de distintas disciplinas y de todos los países del mundo.

"La fundación se creó como un experimento artístico singular para limar las diferencias y favorecer las nuevas plataformas de intercambio cultural. Todo parte de la creencia en el concepto de la dignidad humana a través de las distintas manifestaciones del arte, algo en lo que fue básico el empeño de su fundadora y mecenas, Delfina Entrecanales", explicó Mark Muller, uno de los miembros del Consejo de Administración de la Fundación Delfina, quien adelantó el propósito de la institución de abrir dos nuevas sedes en España, una en Madrid y otra en Granada.

Las videocreaciones son el resultado de explorar en comunidad un trabajo, el del artista, que suele caracterizarse por la individualidad. Así, los creadores tuvieron como premisa la necesidad de despojarse de identidades únicas y trabajar con un pensamiento global y multicultural, no como la suma de tres pensamientos separados, según relató Eugenio Ampudia. Su visión de esta Tierra de nadie puede que sea la más frenética, la más cambiante y la más geométrica de todas. El artista puso a Noel Wallace a realizar una estética marcha militar bajo 21 de las puertas que hacen de la Alhambra una bella fortaleza y, a partir de ahí, creó una coreografía singular que se repite en el tiempo. "Se trataba de reivindicar la importancia de la Alhambra como un edificio cambiante a lo largo de la historia y como un lugar que ha sabido enriquecerse con la introducción de elementos nuevos de todas las épocas", añadió.

Para uno de sus cortometrajes, Wallace prefirió "emerger desde lo más bajo a lo más alto" en busca de la luz en la Alhambra. Una máscara de espejos protege su rostro en un ascenso que trata de simbolizar el "vacío existente entre las culturas" y la necesidad de "ser más tolerantes y menos intransigentes" como actitud vital.

Al-Khalili, por su parte, prefirió retomar una historia con nombre propio. Antonia Molina fue la mujer que alquiló a Washington Irving la habitación que ocupó en el monumento nazarí mientras escribía sus Cuentos de la Alhambra, así que el fotógrafo y arquitecto palestino decidió adentrarse "como un fantasma" entre los turistas del palacio en busca de ella. "La arquitectura muchas veces no habla del edificio, sino de la gente. A veces los hechos se encargan de cambiar la rigidez de la historia y demuestran que no todos los espacios están tomados por gente que simplemente pasa por allí", contó.

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