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Cada vez más gordos, cada vez más sordos

Lugar: Sala El Tren. Fecha: sábado 9 de enero de 2010. Aforo: Lleno.

Vinieron andando rápido y con una idea dentro, comenzar a festejar en su casa el décimo aniversario de lo que ya puede decirse que es una relación fructífera. Cada vez más gordos de talento y experiencia. Y cada vez más sordos. Vinieron todos, sin excepción, incluido Javi Cordovilla, baterista de la familia en plena baja médica -"lo están buscando en el Ruiz de Alda", dijo Aitor Velázquez, cuando lo presentó por sorpresa para que tocara el último tema-. Esta vez sí hubo concierto de Hora Zulú en el que ya casi es el salón de su casa (El Tren), apenas un mes después de que el 11 de diciembre los músicos se llevaran el susto de sus vidas, cuando Cordovilla se desvaneció en plena actuación en Murcia, lo que provocó el aplazamiento del bolo granadino. Su sustituto del sábado ante un abarrotadísimo auditorio (en las dos plantas) fue el roteño Álex Robledo, que estuvo en todo momento a la altura del grupo. Y eso es decir mucho, pues éste, una vez reunido al completo de nuevo (cuatro años después, con la reincorporación del segundo guitarrista, Ernesto Cabello), demostró atravesar posiblemente por su mejor momento. Debe ser la madurez, los cientos de conciertos ofrecidos por toda España en estos años -el primero fue en la Copera, el 29 de diciembre de 2001-, el fondo de armario que le ofrece sus cuatro albumes, o, simplemente, lo 'agustico' que están cuando vienen a 'Graná'. No se cansan, ni el público de acudir a su cita, fiel, entregado. Concierto tras concierto.

Fue un show especialmente disfrutado por aquellos que siguen a los granadinos desde el Me duele la boca de decirlo (2002), y que acabaron de engancharse con el siguiente trabajo, Crisis de claridad (2004). Para muchos, y es algo que suele ocurrir con los más grandes, los dos primeros trabajos recogen toda la esencia de la banda, única en su especie, capaz de obtener un sonido diferente, personal y difícilmente imitable, al mezclar el metal más contundente, con la más fina y lírica elocuencia hiphopera y con ese toque aflamencado, granaíno de Casería de Montijo, que le aporta Aitor Velázquez al micro. Ambos discos se llevaron la gran parte del set list. De los 21 temas que, sin bises ni parafernalias varias, descargó Hora Zulú, 14 correspondían a sus dos primeros elepés. De hecho, el primer disco 'cayó' casi entero. En cuanto a El que la lleva la entiende (2006) y Querer creer, creer querer (2008), eligieron con acierto tres y cuatro temas, respectivamente, buenos ejemplos de la evolución del grupo, con especial mención al final heavy de la gran Toma y obliga y el de Coplas de negra inquietud, así como al alarde de Paco Luque a las cuerdas en En esta cueva, una de "las pocas de amor que tenemos", según el vocalista.

Por supuesto, hubo tiempo para que todos los clásicos de la banda, que empezó con Tango y acabó, como siempre, con A ver si me entiendes, fueran desgranados uno a uno -Yonki Supastar, Agua de mayo, Tientos, Dice el Poniente, De-que-rer-ser, Reinvención...-; y también para el localismo más celebrado -Andaluz de nacimiento y Golpes de pecho- que incluyó alusiones de Aitor a su barrio -"la gente de Casería y del Polígono me entenderá"-, a la provincia -prescindió de su habitual sombrero por una "gorra de Iznalloz"- y hasta a la beatificación de Fray Leopoldo, que "bebía más vino que mi abuelo".

Se les vio muy a gusto a todos. Con algún kilillo más y algo menos de locura que cuando se fue (y sin voz para el "agarrarte, deshacerte, prepararte pa liarte" de Agua de mayo) a Ernesto Cabello, cuatro años después. Igual de contundente y efectivo al chico que más bajo coloca el bajo para tocar, Álex Bédmar. También más pausado, impecable y dominador, como siempre, a Paco Luque en la guitarra solista; y espléndido, relajado, poderoso, a ese saco de talento y dominio del lenguaje, el ritmo y el flow que es Aitor Velázquez. No hubo alharacas, ni colaboraciones sorpresa, ni platos, ni scratchs, ni siquiera bises. Pero sí mucha emoción viendo a Cordovilla descargar toda su rabia en los parches, cuando salió para aporrear la última bocanada Zulú. Fue en A ver si me entiendes cuando El Tren casi descarrila, llevado por un inmenso pogo. Cordovilla sacó la cámara con casi todos sus compañeros ya en el camerino, mientras su corazón y el de los asistentes pedían una tregua, e inmortalizó un bosque de cuernos entregado a la causa Zulú, colaborativo desde la platea . Por si acaso el médico le hace parar más tiempo de la cuenta, la retina ya la tiene bien surtida de cariño granaíno. Y si hace falta, Hora Zulú, su familia, le esperará. Total, les queda cuerda para rato...

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