la colmena

El Centro Lorca, en vías de solución

TIENE ecos Granada de esa geometría y angustia que Federico García Lorca vio hace ochenta años en Nueva York. "Nada más poético y terrible", escribió en su conocida conferencia de 1932, "que la lucha de los rascacielos con el cielo que los cubre". Angustia y alienación.

La metáfora de la sociedad contemporánea. Una ciudad hormiguero apresada entre la monumentalidad de la ingeniería urbanística que fascina al viajero y la inhumanidad del sistema capitalista que la alimenta. Alienación y agonía.

En un juego de espejos, la arquitectura extrahumana y el ritmo furioso de Manhattan hunden las raíces en la historia milenaria de Granada. Tierras movedizas que se enfrentan al pasado con la misma fuerza que los enjambres furiosos taladran el sky line de Nueva York. En la Gran Manzana, "la aurora llega y nadie la recibe en su boca/ porque no hay mañana ni esperanza posible". En Granada hemos enterrado la aurora en el laberinto de la ineptitud. Agonía y fracaso.

En 2013 este periódico cumple diez años y reconozco que, en todo este tiempo, no hay nada que me haya causado más frustración que escribir sobre el prometido regreso del legado lorquiano. El centro de la Romanilla debía ser una realidad en 2007, el mismo año que fijaron los socialistas para que el AVE llegara a Granada. Los dos proyectos están en vía muerta: el primero golpeado por los ajustes presupuestarios y las disputas partidistas que han sumido el proyecto en un estado de absoluta indefinición; el segundo, buscando aún una salida que lime recelos y concilie sensibilidades.

El histórico acuerdo político para que Granada recuperase la obra del poeta de Fuente Vaqueros se produjo en 2004 y, en 2005, un grupo de arquitectos mexicanos y eslovenos ganaba el concurso de ideas para levantar en el corazón de la capital un edificio que honrara su memoria y difundiera su creación literaria y artística. Era entonces Chaves quien se enorgullecía de que "la misma sociedad que lo destruyó" fuese capaz "de aliarse y comprometerse". De momento, una falacia. El gran cubo de acero 'colgado' del cielo que debía custodiar miles de hojas manuscritas, su biblioteca personal, su archivo fotográfico y cientos de cartas y documentos de enorme valor histórico quedó truncado en 2010 cuando se acercaba al 95% de ejecución.

Si no fuera por los precedentes, el título de este artículo debería encabezar una noticia a cinco columnas. Más aún si desvelamos que las administraciones integradas en el Consorcio de gestión están ultimando un acuerdo para que el Centro se inaugure dentro de un año. El pacto de silencio que hay entre Ayuntamiento, Junta, Diputación y Gobierno central es la prueba más fehaciente de que hay motivos para creer. Me confirman varias fuentes que "un año es un plazo razonable" y me avanzan que ya se está trabajando incluso para dar cierta autonomía en cuanto a la programación y el funcionamiento del Centro. El propio consejero de Cultura ha destacado en el Parlamento la "prioridad" del proyecto lorquiano y me consta que tanto Ayuntamiento como Diputación tienen previsto cómo afrontar sus aportaciones en 2013. Una vez más, es una cuestión de dinero... y de voluntades. Si nadie se intenta colgar una medalla prematuramente, la comparecencia será conjunta y, probablemente, incluya el anuncio de un importante respaldo de fondos europeos.

Ocho años después del histórico pacto, hay razones para ser optimistas. Aunque sea arrastrados por ese sentimiento tan lorquiano del drama que subyace en esta ciudad. Lo recordaba el viernes la cineasta Chus Gutiérrez cuando recibía el Premio Imagen de Granada: "La cultura es hoy más necesaria que nunca porque nos hace soñar. Soñar que mañana puede ser un día diferente".

Con la misma intensidad que lo 'cantó' Lorca en Nueva York cuando se enfrentó a esa dualidad que Julio Neira recoge en Geometría y angustia rastreando en la obra de los poetas españoles que, desde los inicios de la modernidad, se han dejado fascinar y frustrar en esa jungla de contradicciones y utopías que Granada quiere hacer palpitar desde La Romanilla. Porque será allí donde habrá de fundirse el Lorca del Romancero con el Lorca que se ofrece "a ser comido por las vacas estrujadas". Será allí donde podremos ver a los caballos vivir en las tabernas, a las hormigas furiosas atacar los cielos amarillos y a las mariposas disecadas resucitar en una Ciudad sin sueño. Será allí donde podemos evitar que "vengan las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan".

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