Mar adentro

milena Rodríguez Gutiérrez

Confianza

NO sólo los nombran a dedo sino que, por si no fuera suficiente, los llaman "de confianza". Me refiero a todos esos cargos que designan alegremente los políticos en el poder sin dar explicaciones y que se pagan con el dinero de los ciudadanos. Muchas veces, sin que se sepa muy bien qué hacen los nombrados; a menudo, sin dar difusión a los nombramientos. En España disminuyen los presupuestos para todo, pero no para designar "cargos de confianza". En Lanjarón, por ejemplo, la oposición ha denunciado que el Ayuntamiento gasta 170 mil euros al año en concejales del gobierno "liberados" y en "cargos de confianza". En España, en 2013, según informaba la Sexta, había 584 cargos de confianza del gobierno central y 235 en el Ayuntamiento de Madrid. Hay cargos de libre designación en todos los países, pero en España se superan los récords de manera escandalosa. Según seguía contando la cadena, los del Ayuntamiento de París sólo sumaban 36.

La palabra confianza, ya se sabe, es una palabra resbaladiza o, para decirlo técnicamente, polisémica. Acompañada de la preposición "de" y según la RAE, lo mismo puede significar que se poseen cualidades recomendables para el fin destinado, como referirse a una persona con la que se tiene trato íntimo y familiar. Con este equívoco juegan obscenamente los políticos. Porque llamar "cargos de confianza" a sus supuestos asesores nombrados a dedo puede resultar ofensivo. ¿Cómo habría que llamar entonces a aquellos que han obtenido un puesto de trabajo mediante oposiciones o concursos, y/o a través del mérito y la capacidad? ¿Cargos de desconfianza, cargos en los que se puede confiar?

Muchas, demasiadas veces, los "cargos de confianza" son, en realidad, cargos de desconfianza. ¿Cómo llegaron a dónde están, cuáles son sus méritos, en qué consiste su trabajo, por qué sus nombres no aparecen en ninguna parte, por qué cobran lo que cobran? En el país del enchufe ser un "cargo de confianza" es el no va más, el chollo mayor. Y es que en el país del enchufe por antonomasia los lobos no están en Wall Street sino merodeando alrededor de las administraciones del Estado. No roban a particulares, sino a las arcas públicas. Ni siquiera tienen que esforzarse para embaucar o seducir, uno a uno, a muchos ingenuos. Les basta con ser el yerno, el primo, el amigo de confianza. 850 millones al año, dicen los que saben, cuestan en España los "cargos de confianza".

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