Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El Hierro, volcanes y cayucos

La de El Hierro ya nunca será una vida mejor; tampoco la de sus habitantes, unos 11.000. A la UE le coge lejos

En Valverde perdí el avión, y digo el avión, y no un avión, porque era el único que despegaba ese día del diminuto aeropuerto de El Hierro. No fue por tardanza, eso que ahora continuamente cambiamos por “procrastinación” optando por una menor propiedad semántica, pero una mayor prosopopeya. No fue por llegar tarde, sino por haber estado un par de semanas recorriendo la isla canaria. Caminar y dormir en pensiones decentes es un grato ejercicio espiritual y físico, también lo es atreverse con la cabra frita en el desayuno. No era tan fácil entablar conversación con los herreños, y no porque sean muy herméticos, sino porque allí había realmente poca población. Aparte de que no va uno a solas a los sitios a hacer pandilla. De hecho, el gran reto es no estar continuamente hablándose a uno mismo, incluso en voz alta.

Fue por ese ensimismamiento, concluí, por lo que el turbohélice de Binter se largó sin mí, uno de los pocos miembros del pasaje: entonces, ya hace unos veinte años, muchos aviones iban medio vacíos fuera de la temporada alta. Cuando vi que cerraban el aeropuerto, que parecía un hotelito de acantilado, pregunté a un empleado: “Por favor, ¿el vuelo para Santa Cruz? No hay ningún avión en la pista”. “¿Es usted José Ignacio Rufino?”. “Sí”. “Le avisamos tres o cuatro veces por megafonía. Al ser usted el único en la sala de embarque, pensamos que era otra persona”. Salido de turno, ese mismo señor me llevó de vuelta a Valverde, a una de sus dos pensiones, junto a una zapatería de erráticos horarios. Me quedé otra semana y hablé bastante con las pardelas y otros pájaros, y tiré mi casa por la ventana varias noches en un balneario allá donde Cristo perdió su chancla. Sigue llamándose Pozo Santo.

En 2011, tras la inquietante erupción de un volcán subacuático en El Hierro de nuevo aquello cayó en un bendito olvido para la atención pública. Ahora, se te parte el corazón al ver los desembarcos masivos de los parias de la tierra que llegan desde la cercana costa africana. Una desgracia la de esas personas. Y otra la de El Hierro, que, como algunos enclaves maravillosos del sur de Italia o Grecia, se ha convertido en centro de acogida de emigrantes que buscan una vida mejor. La de El Hierro ya nunca será una vida mejor; tampoco la de sus habitantes, unos 11.000. A la UE le coge lejos: “Bruselas dará 200 millones a Mauritania para frenar los cayucos hacia Canarias”. 200 millones: miseria y ruina.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios