Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Matar al mensajero

Los políticos no son los únicos que han intentado reprimir las críticas y las libertades de opinión e información

Estar en el candelero del poder o aspirar a ocupar espacios del mismo -sea político, social, cultural, deportivo, etc.- significa tener la necesidad vital de incondicionales que aplaudan sus decisiones y rían sus ocurrencias. Todos o todas que no sigan las pautas que obliga al aplauso serán enemigos irreconciliables, gentes indeseables. Los antiguos, cuando no le gustaban las noticias que le traía el mensajero, no se les ocurría cosa mejor que matarlo. Hay que reconocer que hemos avanzado algo en los últimos siglos, aunque no son pocos los periodistas que han sido encarcelados, asesinados en regímenes dictatoriales o quitados de en medio, en las mismas democracias, en acciones más benévolas, presionados, ellos o sus empresas, por los diversos poderes.

Hoy, el excéntrico millonario que ocupa la Casa Blanca ha calificado a los periodistas como los seres más deshonestos del mundo y en un país en el que las libertades han formado parte de su acervo social y cultural ha dicho que los medios periodísticos son un peligro para el pueblo. Quizá ha expresado lo que piensan, en su interior, otros magnates, mandatarios o simples corifeos de medio pelo. Aquí, en España, los que defendíamos, al comienzo de la Transición, un régimen de libertades para acabar con la dictadura recibimos toda clase de presiones y hasta amenazas de muerte de gentes anónimas, por teléfono o en cartas sin firma.

Actualmente sigue habiendo amenazas o menosprecios a informadores y opinantes en las redes sociales, a las que no me molesto en asomarme. La Asociación de la Prensa de Madrid ha recogido acusaciones de periodistas contra Podemos. No me extraña porque ha sido frecuente la irritación, repulsa o desprecio de muchos dirigentes morados a críticas o informaciones adversas, cosa que también han hecho representantes de otros partidos, entre ellos el PP, el PSOE y para qué decir las huestes de los Pujol y los Mas, refugiados en banderas nacionalistas o independentistas para ocultar fechorías diversas. Estamos acostumbrados a la escasa receptividad, nerviosismo, falta de educación y hasta desaforado machismo, como el que utilizó Pablo Iglesias cuando dijo -en privado, eso sí- aquello, ya clásico, de que azotaría a Mariló Montero hasta hacerle sangre. Una frase recordada en el Día de la Mujer Trabajadora.

Es muy vieja la intención de matar al mensajero. Hoy parece más civilizado y útil cerrarle la boca. Lo que no gusta a los de arriba se arregla borrando a los portadores. Anteayer, ayer, hoy y, seguramente, mañana. A los periodistas no nos extraña, aunque pidamos rigurosidad en la profesión. Algunos hemos tenido, en alguna ocasión, que recurrir a los tribunales para defender libertades y derechos.

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