La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

McGowan, la canción de mi amigo

La canción tiene el don de encerrar la memoria de los días y evocarlos de forma más hiriente cuanto más lejanos sean

Me escribe un querido amigo: “Ha muerto uno de mis últimos héroes de la música, Shane McGowan. Su Fairy Tale of New York es tal vez la gran canción de Navidad de los tiempos modernos. Siempre que la escucho se me nubla la vista por las lágrimas, como cuando leo el final de El grillo del hogar. Viejo tonto... Tiene razón: esta canción, que grabó con su grupo The Pogues y la malograda Kirsty MacColl, está considerada la mejor moderna dedicada a la Navidad… Eso sí, al estilo McGowan: arrastrado, etílico y tan sentimental como solo puede serlo el irlandés que se siente más de su tierra cuanto más lejos está de ella. Como esos descendientes de emigrantes llamados John Martin Feeney, más conocido primero como Jack Ford y después como John Ford, que en su madurez rodó las nostálgicas El hombre tranquilo y La salida de la luna, o John Huston, cuya última película fue la hermosa y melancólica Dublineses. Como Wanderin cantada por Dave Guard & The Whiskeyhill Singers. Nunca es tan triste la más triste canción como cuando evoca la tierra lejana. A través de la música McGowan se aferró a su tierra, Irlanda, como solo un desterrado puede hacerlo. Él lo fue en Londres y en muchas canciones evocó la nostalgia de los irlandeses perdidos en esa metrópoli o emigrados a Estados Unidos. Fundió el punk-rock y el folclore irlandés con The Pogues, el grupo creado por él del que acabó expulsado por su difícil personalidad autodestructiva. Tenía una voz ronca, rota por los excesos, como las de Tom Waits o su amigo Nick Cave, con quien cantó en directo y grabó una pocas canciones, y que lo ha recordado en su muerte como “el más grande autor de canciones de su generación”.

Nació una Nochebuena y ha muerto –después de trabajarse concienzudamente la muerte durante toda su vida– en la víspera de diciembre. Para muchos, como para mi amigo, estas Navidades Fairy Tale of New York sonará más melancólica que nunca. La música popular tiene el don –del que carece la llamada clásica– de encerrar la memoria de los días y evocarlos de forma más hiriente cuanto más lejanos sean. Por eso nos vamos muriendo poco a poco con las muertes de quienes compusieron y cantaron las canciones de nuestras vidas. No era McGowan parte de mi vida, pero sí de la de mi amigo y, por tanto, también algo de la mía. Suene el Death is not the End de Dylan que cantó con Nick Cave.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios