La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Papá Zapatero y abuelo Felipe

Al PSOE de Sánchez le viene mejor papá Zapatero como referente que el abuelo Felipe

Cuando Felipe González se bajó del coche en la puerta de Cajasol le esperaban otros veteranos del partido con un cartel de malvenida, porque difícilmente se podía interpretar como de bienvenida, que decía: “Siempre PSOE. Antes con Felipe, ahora con Pedro Sánchez”. Es lo que tienen los partidos y cualquier otra estructura de poder, con independencia de que su naturaleza sea política o religiosa: el partido está por encima de todo y el líder infalible por encima de todos, identificados como lo mismo. Es un círculo vicioso perfecto. Al eliminar la posibilidad de que el líder pueda equivocarse y perjudicar al partido, quien discrepe es un disidente que debe ser un purgado o un hereje que debe ser excomulgado.

Los partidos políticos más ideologizados nacidos en el siglo XIX y principios del XX calcaron la estructura de la Iglesia. El ideario es el credo, el líder es el sumo pontífice infalible y el partido es la Iglesia. Al Extra Ecclesiam nulla salus se corresponde que fuera del partido no hay salvación ni para el individuo ni para la sociedad a la que este pretende redimir. Al “debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia Jerárquica así lo determina” de San Ignacio se corresponde el “más vale equivocarse en el partido, dentro del partido, que tener razón fuera de él o contra él” que soltó Carrillo tras la expulsión del PCE de Claudín y Semprún (a los que Pasionaria llamó “intelectuales cabeza de chorlito”) en 1965. Se ve que Redondo no ha seguido su consejo y ha corrido la misma suerte. En cuanto a González, vive una especie de expulsión del partido sin ser expulsado de él o de Abu Dabi real sin salir de España. Al partido de Sánchez le viene mejor papá Zapatero como referente que el abuelo Felipe.

Al sacar los pies del tiesto González ha entrado hace tiempo en esa peligrosa zona de discrepancia –empeñado en que el blanco que ve es blanco en vez del negro que dicen al unísono el partido que ahora es Sánchez y el Sánchez que ahora es el partido– que hiere a los militantes más ancianos (los jóvenes dudo que sepan quien es) y puede llegar a ser considerada deslealtad y traición al ser aprovechada por la oposición, que se apresura a alabar al crítico para atacar al líder infalible y al partido. Los trapos sucios se lavan en casa, y con las puertas y las ventanas bien cerradas, para no hacer el caldo gordo al enemigo.

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