La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Voltaire de Lisboa a Marruecos

Tras cada catástrofe como la de Marruecos habría que releer el ‘Poema sobre el desastre de Lisboa’ de Voltaire

Hay quien piensa, desde el panteísmo, que la naturaleza es buena y se deben adecuar valores y actitudes a ella. Tuvo una deriva infame en el nazismo, que pretendió reconducir a la ley natural aboliendo el derecho romano y el judeocristianismo: “es necesario volver a considerar la naturaleza con respeto sagrado”, decía Himmler (recomiendo La ley de la sangre de Johann Chapoutot o Los Orígenes Iusnaturalistas de la Filosofía Jurídica Nacionalsocialista en la obra política escrita de Adolf Hitler y Alfred Rosenberg del profesor de la Universidad de Huelva Carlos Aguilar Blanc).

Hay quien piensa, desde el teísmo, que la naturaleza, buena en su origen (“y vio Dios cuanto había hecho, y era bueno”) pero corrompida por el pecado original, será reinstaurada en su inocencia paradisíaca que prometen el Antiguo (“el lobo y el cordero serán apacentados juntos”) y el Nuevo (“ya no habrá más muerte, ni más llanto, ni clamor, ni dolor”) Testamento.

Hay quien piensa que los desastres naturales son una reacción de la naturaleza ante la maldad humana. En el pensamiento religioso era el castigo de Dios cayendo sobre los pecadores y para el ecologismo es la respuesta de la naturaleza a la obra destructora del hombre.

Y hay quien, como yo, piensa que la naturaleza es la enemiga del hombre y que nuestra obligación de cuidarla es algo parecido a la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la URSS evitaban la guerra, no porque se respetaran, sino porque se destruirían mutuamente. Lo mejor de la historia del ser humano ha sido y es una larga lucha contra la naturaleza, llámese esta enfermedad o catástrofe natural.

Estoy con Voltaire cuando, tras el terremoto de Lisboa, escribió: “Errados filósofos que proclaman ‘Todo está bien’, contemplen estas ruinas horrendas, estas mujeres, estos niños apilados los unos sobre los otros, bajo los mármoles quebrados… Dirán: ‘Es el efecto de las leyes eternas creadas por un Dios libre’. Agregarán: ‘Es la venganza divina, su muerte es el precio de sus crímenes’. ¿Qué crimen cometieron esos niños…? Espectadores indemnes que observan el naufragio de sus hermanos moribundos, ustedes indagan en paz las causas de las tormentas: pero ya se humanizarán y llorarán como nosotros cuando sientan los golpes que da el azar enemigo. Créanme, mis quejas son genuinas y justos mis gritos de auxilio cuando la tierra se abre ante mis ojos y me muestra sus abismos”.

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