La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

De la cal de Iglesias a la de Puigdemont

Si Iglesias dijo que González estaba manchado de cal y fue vicepresidente, Puigdemont puede esperar grandes cosas

Dijo Pablo Iglesias a Pedro Sánchez: “Le han prohibido gobernar con nosotros. Se lo ha dicho Felipe González, el que tiene el pasado manchado de cal viva”. Dice Puigdemont, refiriéndose a González y a Guerra: “Hay políticos que, cuando hablan, hacen subir el precio del pan, y otros hacen subir el precio de la cal viva”. Cuando Iglesias lo dijo en sede parlamentaria rugieron en protesta las bancadas socialistas, a lo que Iglesias replicó: “Parece que les molesta que les digamos las verdades a la cara”. Ahora el PSOE no solo no protesta por lo de la cal, sino que negocia los siete votos que Sánchez necesita para su investidura con quien lo ha dicho, demostrando su decisión de buscar los votos “hasta debajo de las piedras” (y ya se sabe lo que vive bajo ellas: escorpiones, escolopendras y otros bichos asquerosos y peligrosos).

No sorprende esta ductilidad de criterio que permite a Sánchez y a su partido ignorar que se acuse a González, a Guerra, y con ellos al propio PSOE, de terrorismo de Estado: tras lo de la cal viva Sánchez hizo a Iglesias vicepresidente de su Gobierno y ahora hará lo posible por amnistiar a Puigdemont, el otro de la cal, y a los suyos al precio que sea. Si ha indultado, eliminado el delito de sedición y modificado el de malversación para asegurarse los apoyos independentistas, ningún problema ha de tener en cargarse a sus anchas espaldas lo de la cal y lo que sea necesario. ¿Acaso no ha dicho que “una crisis política nunca tuvo que derivar en una acción judicial” como si él no hubiera apoyado el 155 y no le importara poner en solfa la actuación de la justicia en respuesta al ataque a la estabilidad política y al ordenamiento constitucional más grave después del 23-F, que volvió a exigir la intervención del jefe del Estado?

Moncloa bien vale, no solo una misa, sino muchos novenarios de mentiras, septenarios de tragarse lo dicho (y hacer que se lo traguen sus militantes y votantes) y quinarios de ignorar la vergüenza de las hemerotecas en las que se acumulan, entre otras muchas, sus declaraciones contra el indulto (“el acatamiento de la sentencia implica su cumplimiento”), la amnistía (“el independentismo lo que pide es la amnistía, algo que, desde luego, este Gobierno no va a aceptar y que no entra dentro de la Constitución”) o Puigdemont (“me comprometo hoy y aquí a traerlo de vuelta a España y que rinda cuentas ante la justicia”).

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