Una cosa y la contraria: todo en un semáforo

Un paso de peatones no es el lugar más adecuado para dudar. La simbología es tan sencilla que la entiende hasta un niño pequeño: verde para cruzar y rojo para esperar. Pero lo que parece una operación tan fácil como cruzar la calle se convierte aquí en un desconcierto provocado por la incoherencia del semáforo. Con los coches acechando, a la mujer no le queda más remedio que tomar la iniciativa agarrando al marido por el brazo, que echa a andar sin estar muy convencido de que hagan lo adecuado y sin explicarse aún la ambigüedad semafórica.

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