La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Los días de Julio Verne

Unir a Verne al abreviarse de los días, el presentimiento del otoño y el inicio de curso no debe ser solo cosa mía

Hoy, muy primitivo y nazareno día de la Exaltación de la Santa Cruz, mediado septiembre, iniciado el curso escolar, con anuncio de lluvia prometiendo gustosas reclusiones lectoras, cuando la memoria huele a carteras escolares de cuero que se llevaban a la espalda, cuadernos con todas las hojas en blanco, libros de texto de páginas tersas y estuches de dos pisos con las gomas de borrar impolutas y lápices perfectamente afilados, hago mi anual homenaje a Julio Verne.

Unir Verne al abreviarse de los días, el presentimiento del otoño y el inicio de curso no debe ser solo cosa mía. Se me ha adelantado la Carta a Julio Verne que Eduardo Martínez Rico ha enviado al genio de Nantes a través de ese correo del zar que es Zenda. Mucho más joven que yo, su Verne está anclado a su infancia y primera adolescencia en los años 80, mientras que el mío lo está a los 50 y primeros 60. La edad, a veces, es un privilegio. Porque mientras Martínez Rico le escribe que antes de leerlo ya lo conocía por los cómics y el televisivo Willy Fogg, mi generación lo conoció antes de leer sus libros en los cines gracias a 20.000 leguas de viaje submarino de Fleischer, La vuelta al mundo en 80 días de Anderson, Miguel Strogoff de Gallone, De la tierra a la luna de Haskin, Viaje al centro de la tierra de Levin, Dueño del mundo de Witney, La isla misteriosa de Enflied, Los hijos del capitán Grant de Stevenson y Cinco semanas en globo de Allen, todas de entre 1954 y 1962. Se enlazaron así las películas que vimos antes de leerlo y cuando empezamos a hacerlo en los libros ilustrados de la Colección Historias de Bruguera. Gracias a dos de ellas, Verne, para mi generación, suena a ese Wagner y ese Shostakovich de la música de cine que es Bernard Herrmann (háganse un favor: busquen en Spotify La isla misteriosa y Viaje al centro de la tierra y oirán el universo de Verne puesto en música).

Estas películas y músicas que nunca he dejado de ver y oír mantuvieron viva mi relación con Verne en ese estúpido tramo de la vida en el que, para sentirnos adultos, abjuramos de la infancia. Desde que los años vencieron este prejuicio lo releo puntualmente todos los septiembres y medicinalmente cuando la vida aprieta y me receto Verne, Doyle y Christie. Que aplico a Nemo, Lidenbrock, Miss Marple o Poirot lo que Borges dijo del detective de Baker Street: “Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan”.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios