Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

El esquí y sus límites

EL pasado fin de semana, obnubilados quizá por la bacanal de nieve, los balizadores de Cetursa invadieron los límites del Parque Nacional de Sierra Nevada. No fueron muy lejos, es cierto, apenas mil metros, pero cruzaron la delicada línea fronteriza que separa las pistas por donde se deslizan los esquiadores de la zona protegida. Y eso, más allá del error, es preocupante, pues supone la quiebra por primera vez de una frontera (la que divide el área de la explotación económica de la preservada) sometida durante años a una fortísima tensión que ahora, con la abundancia de nieve y el subsiguiente júbilo de todos los que participan en el negocio del esquí, es normal que se agudice. Vivimos tiempos económicamente duros y es hasta cierto punto comprensible que la revelación de una hipotética ampliación del negocio favorezca la tendencia a ir más allá de lo convenido, a conquistar nuevos espacios.

Los territorios que hay un lado y otro de la línea traspasada son legal y simbólicamente incompatibles, opuestos, contradictorios. El límite no fue trazado al azar sino producto de minuciosos estudios y acuerdos políticos y parlamentarios. Unos acuerdos que, apenas un par de años después de logrados, ya empezaron a ser cuestionados por algunos empresarios que sugirieron la posibilidad de ampliar el área esquiable. Además, el error de Cetursa se ha producido en un momento en que la estación se debate entre la saturación y la imposibilidad de prestar a los visitantes los servicios básicos imprescindibles, incluido el del acceso mediante vehículos privados a la urbanización de Pradollano.

No quiero decir que Cetursa haya tenido intención de invadir deliberadamente el Parque Nacional, qué va. Ni que alguien se haya hecho el despistado y empujado las balizas un poco más allá. Las explicaciones de Mariano Gutiérrez Terrón me parecen creíbles y suficientes. Pero al mismo tiempo considero correcta la contundente intervención de la Consejería de Medio Ambiente que, nada más conocer la denuncia de los guardas, ha abierto un expediente. El celo y la rapidez con que ha reaccionado la Junta es encomiable y supone para todos a una garantía de protección de los espacios naturales reservados.

La Sierra está aprovechando una temporada ubérrima, excepcional y doblemente rara: por la intensidad de las nevadas y por coincidir con las predicciones sobre la sequía a causa del cambio climático. Una magnífica anomalía que debe ser aprovechada en sus justos términos.

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