Feijóo y el PP no lograrán grandes objetivos hasta que larguen el lastre de Vox. Han creído que Vox es un gas, un poco tóxico, sí, pero que les permitiría elevarse y volar hasta alcanzar la Moncloa, cuando en realidad es el lastre que el 23-J les hizo perderla ganando las elecciones. Han olvidado que la izquierda goza de impunidad. Han olvidado que asediar el Parlamento Andaluz cuando Juanma Moreno tomó posesión de la Presidencia de la Junta fue un acto de reivindicación de la democracia, las libertades y los derechos feministas y LGTBI, pero que convocar una manifestación contra el vergonzoso disparate de la amnistía es un comportamiento antidemocrático y golpista tras el que solo quedaría la llamada a un alzamiento nacional. Han olvidado que el PSOE puede cogobernar con Unidas Podemos o Sumar apoyado por ERC y Bildu, o negociar con Puigdemont, sin que ello suponga una deriva hacía la extrema izquierda populista y los nacionalismos independentistas, pero que hacerlo con Vox es el retorno del franquismo. Han olvidado que para el PSOE indultar a los golpistas del procés, reformar el sistema de financiación autonómica, facilitar que Junts y ERC tengan grupo parlamentario, desjudicializar lo que reducen a un conflicto político o reformar los delitos de sedición y malversación es avanzar en democracia y convivencia.

Han olvidado que Yolanda Díaz puede troncharse de risa con Puigdemont –una vicepresidenta del Gobierno y un prófugo de la justicia– o que Sánchez negocie con él su investidura sin que pase nada. O casi nada. Porque casi nada es que la vieja guardia del PSOE proteste o que Javier Cercas pase de Por qué pienso votar al PSOE a No habrá amnistía (ambos en El País, 20-7 y 13-9) advirtiendo que este “diría que en Cataluña, en 2017, nuestra democracia no tenía razón, que su legalidad era un fraude, que quienes tenían razón fueron los catalanes que arremetieron contra ella”.

Lo mismo da. La estrategia iniciada por Zapatero de vincular el PP a la derecha franquista se ha visto reforzada por la torpeza del partido en su relación con Vox. Sánchez tiene la partida ganada: será presidente con los votos de Junts al precio que sea (otra cosa serán los plazos de pago) o irá a nuevas elecciones con el aval de ser un constitucionalista que no se ha dejado doblegar por Junts. Lo suyo es aquello de “¿quiénes hemos ganado?”.