Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Un país zarandeado

Además de una colorida salsa oriental, se llama “agridulce” a una sensación contradictoria. Por ejemplo, te alegras de que PSOE y PP coincidan en decisiones parlamentarias, y más si atañen al texto de la Constitución, esa ley máxima que, gracias a la piedra de Rosetta de los 7 votos de JxC, es maleable e interpretable por egregios constitucionalistas: se obra el prodigio de que la amnistía a la carta pasa de ser anatema jurídico y anticonstitucional a algo perfectamente legal. ¡Oh, semántica! ¡Oh, plastilina! Esta semana, el partido en el Gobierno y la oposición han coincidido en eliminar el término “disminuido” y cambiarlo por “personas con discapacidad”. Es un acuerdo, pero es un acuerdo agridulce, disminuido, si consideramos otros profundos desacuerdos en asuntos más esenciales. Esperamos acuerdos aun mayores. (¡Somos los conguitos, oiga, a quienes ustedes se deben entre negociación y cambalache!).

Es descorazonador –lo es para mí, huelga decirlo– que quienes tienen la sartén por el mango sean de un partido escasamente votado en su propia tierra, repleto de encausados y, sobre todo, contrario al Estado español por principio. Un principio que quedó claro al promover una guerra relámpago vestida de limpio y vendida como cívica, hace pocos años. Y no sólo en Cataluña, su patria, y en contra de mucha de su gente, sino en todo el país, convulsionado y zarandeado por una imposición victimista pero victimaria, en una tierra próspera: un golpe de Estado, y siento decirlo por si esto lo leen las almas mutantes que consideran que aquello fueron unos fuegos artificiales y un par de pedantísimas partidas de ajedrez en medio de una autovía cortada (aeropuertos atacados, estaciones centrales tomadas, comisarías sitiadas). Hechos rayanos en lo que el diccionario define como “terrorismo”: “Provocación o mantenimiento en estado de terror a la población, mediante actos que pongan en peligro la vida, la integridad física o la libertad de las personas o la conservación de los bienes”. A mí me cuadra. A algunos jueces, también.

Tras hacer justo lo contrario de lo prometido, el poder –su afán ansioso lisonjero– ha transitado del buen rollo ecuménico, la paz y la reconciliación a empezar a comprar el argumento indepe de la “policía patriótica” y “las cloacas del Estado” en una llamada Operación Cataluña, con fotos del siniestro Villarejo y amenazas de comisiones investigadoras al Gobierno –el de Rajoy– que se comió el marrón más gordo de nuestra historia contemporánea. Eso es una cortina, y no las de Versalles. De humo. Ese es el plan

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