La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Los prolefachas

A Vox lo vota mucha gente convencida, por principios, pero también en contra de sus intereses. ¿Por qué

En una terraza de verano, de esas achuchadas en que oyes y te oyen, se cuela un espontáneo en nuestra conversación: “¡Al carajo todos los políticos! ¡Todos menos los de Vox!”. No damos crédito. Espalda con espalda. Sin girarse siquiera, se pone a bramar y nos pone un mitin a todo volumen en su móvil: “¡Venga! ¡Dale! ¡Vamos!”. Era difícil saber si nos habíamos convertido en público obligado de un partido de fútbol, una corrida de toros o un duelo a muerte en un ring de boxeo.

De los okupas a la legión. De repente nos interpela, nos asegura que no tiene nada en contra de nosotros (¡estaría bueno!) pero que está “hasta los mismísimos de los políticos”. Bien. No es el único. Con el ciclo que llevamos, seguro que hay más de un visionario ideando ya el síndrome del burnout electoral.

“¡Dos tiros le tenían que pegar a la Montero!”. Ahí estuvimos a punto de irnos. Por miedo; literalmente. No parecía ni un macabro deseo ni una forma de hablar; parecía real. Yo no dejaba de acordarme del trágico suceso de Andújar, el del vecino que se fue cabreado en busca de un guardia civil por una multa de tráfico y la cosa acabó con un policía muerto. En el momento más inesperado, por el motivo más insignificante, salta la chispa. Y es que no son locos. No son berrinches. No podemos escudarnos en los problemas de salud mental. Hay gente de bien, personas que nunca imaginaríamos, que se vuelve violenta. Hay mucha gente buena, amigos, vecinos, familiares, que cruza la línea... Ni confundo ni equiparo. Siempre me acuerdo en estos casos del arranque de Ana Karenina, la novela de Tolstói: todos nos parecemos cuando somos felices, pero cada uno es infeliz a su manera. En los sucesos siempre hay patrones pero nunca hay dos iguales.

Vuelvo a la política para preguntarme por qué. A Vox lo vota mucha gente por principios y convicción, pero también son muchos los que lo votan en contra de sus intereses. ¿Por qué? Mi marido les ha puesto nombre: “los prolefachas”. No entiende cómo gente del campo, jóvenes en precario, asalariados, proletarios que deberían tener conciencia de clase, votan a Vox. Igual la respuesta la dio Rufián (reconozcamos que es un gran orador) en la moción de censura de Tamames: no es ruido, es melodía. No son fascistas enrabietados sino patriotas preocupados. “Si tienes hambre: España. Si no tienes casa; España. Si no tienes trabajo: España”. Y en esta dialéctica de sentimientos, de vísceras y corazón, poco margen queda para las ideas. Si la patria es “España”, poco importan las razones y la verdad.

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