FALTA muy poco para que nuestros equipos más representativos entren en la recta final de la temporada -entiéndase, los diez últimos partidos de Liga- y pocas gestas se vislumbran en el horizonte. No es por ser pesimista, que creo que no lo soy, más bien peco demasiadas veces de un ingenuo optimismo, pero las expectativas se han ido apagando y ya sólo hay que mirar las páginas de resultados y clasificaciones de los lunes para comprobar que el CB Granada, en plena crisis de resultados con un pírrico triunfo de los ocho últimos envites, no sólo ya no sueña con entrar entre los ocho primeros clasificados, como ocurrió en el ocaso de la primera vuelta, sino que, con la peligrosa dinámica en la que está envuelto, nos puede dar un serio disgusto si no cambia. Tampoco corren buenos tiempos para la lírica en el Granada 74, que navega en tierra de nadie tras haberse deshinchado el globo de la ilusión que provocó su proximidad con los puestos de ascenso a la Liga de las Estrellas. Otra mala racha le ha ubicado en la zona media, lejos de arriba y también de abajo. Y aunque en Segunda A son aún quince las jornadas que restan, los aires de grandeza han amainado.

Con el Baza luchando con mucha dignidad por no descender, objetivo único y prioritario que de momento cumple, todas las esperanzas de poder narrar algo grande en esta campaña quedan en manos del Granada CF, cuya balsámica victoria en Algeciras no es tampoco una referencia de mejoría, pues se sufrió demasiado para derrotar al deshauciado colista de la categoría. Pero me agarro a un clavo ardiendo y, al fin y al cabo, tres puntos son tres puntos, y después de no haber saboreado en 2008 una victoria rojiblanca, la del sábado sabe a gloria y abre una pequeña puerta a la esperanza. La visita del Real Jaén será crucial para determinar si los leves indicios de crecimiento son reales o, como ha sucedido en la segunda vuelta, jugar la promoción de ascenso es una quimera.