Corriendo como demonios, no dejándose una gota de sudor en el cuerpo pero mediante un fútbol muy por debajo del nivel habitual, los dos colosos se repartieron el botín para perjuicio de la Liga. De una Liga, me refiero, más apretada en la cabeza, pero ese gol de Sergio Ramos sobre la última bocina deja la distancia como estaba y como estaba era demasiado distante. Y en el ínterin, una pregunta, la de ¿qué fue del tiquitaca?

Y es que al Barça se le apreció despersonalizado, con las señas de identidad arrumbadas en un rincón del vestuario, atropellando, incluso, la razón en pelotazos sin sentido y con el Madrid más asentado y próximo al gol. Así fue todo hasta el gol de Luis Suárez, coincidente al poco con la entrada en escena de Iniesta. A favor de querencia y con el manchego en cancha, ya el Barça fue pareciéndose a sí mismo y hasta disfrutando de ocasiones con las que abultar el marcador.

Con Iniesta ya era otra cosa y el Madrid se limitaba a sacudirse la avalancha de fútbol y ocasiones que se le venía encima. Pero en fútbol cuando uno se pone a mirar el electrónico termina perdiendo lo conseguido. Y así fue, ya que cuando el partido iba buscando las tablas, el Barça se aculó en el área. Aunque quizá fuese el Madrid el que lo aculó y en una falta fuera de lugar de Mascherano, Sergio imitó a Suárez para hacer un gol que parecía una copia del que hizo el Barça.

Y ahora, aun a sabiendas de que le queda una eternidad hay que preguntarse si habemus Liga o no. Seis puntos a falta de dos tercios de la Liga sería poca cosa si no fuese por la poca costumbre que tiene la tropa de Zidane de regalar algo. Queda mucho por cortar, pero al margen de meternos en pronósticos, la duda sobre la salud del tiquitaca está ahí. El Barça se mostró muy despersonalizado y en estos momentos no parece que esté para toserle a su rival de siempre.