La crisis sanitaria reclama nuevas recetas

La intención de la Junta de acelerar su plan de choque para tener resultados antes del verano no deja de ser una declaración de intenciones si no hay medidas efectivas

La crisis sanitaria, marcada por las quejas en la Atención Primaria y el crecimiento de las listas de espera con el especialista, se ha llevado por delante a la cúpula del SAS. Pero las dimisiones del viceconsejero de Salud y del director gerente del SAS servirán de muy poco si no vienen acompañadas de un nuevo modelo de gestión que permita avanzar y se siguen aplicando las recetas de siempre. Hasta diez dimisiones más o menos forzadas en todos los niveles de la administración sanitaria se han registrado antes de las dos últimas salidas, y los problemas, lejos de solucionarse, han ido a más, a pesar del enorme esfuerzo presupuestario que ha realizado el Gobierno de Juanma Moreno. Ni la partida más ambiciosa ha logrado frenar la fuga de batas blancas, lo que redunda en una alarmante falta de médicos en toda la comunidad. Para retener el talento sólo hay un camino y pasa por mejorar las condiciones de los sanitarios con mejores sueldos y contratos de larga duración. Si esto no cambia, la Atención Primaria seguirá bajo mínimos, y cuando ésta no funciona como un reloj se colapsa todo el sistema.

Tras las dimisiones, Salud espera ahora acelerar su plan de choque con la idea de lograr resultados antes del verano, lo que no deja de ser una declaración de intenciones si no va acompañado de medidas realmente efectivas. La experiencia ha demostrado con creces que a la menor ocasión, los médicos se marchan fuera de la comunidad atraídos por mejores ofertas. Y esto sucede porque en otros territorios tienen más clara la prioridad a la hora de invertir. Es cierto que sin un pacto de Estado por la Sanidad es aún más complicado resolver la situación a corto plazo, pero al menos se podría intentar frenar la sangría de profesionales. La siguiente cuestión, no menos importante, pasa por mejorar la gestión sanitaria con una fiscalización más exhaustiva de los recursos humanos y técnicos, supervisando tareas y mejorando procesos. Todo ello requiere valentía política, porque de lo contrario tantas dimisiones y ceses no habrán servido de nada.

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