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Casi como en el Bernabéu (4-0)

  • Nueva goleada en contra del Granada CF, esta vez por parte de un Valencia que ni siquiera tuvo que ir a buscarla. Los rojiblancos repiten la imagen apática ofrecida contra el Real Madrid, con una nula producción ofensiva.

La diferencia entre los equipos grandes y los 'grandecillos' es el hambre de sus jugadores. Como en el Bernabéu, el Granada fue goleado, aunque sin tener delante a una bestia voraz como Cristiano Ronaldo. Al Valencia no le hizo falta demostrar que es mejor conjunto que el de Abel para acabar marcándole cuatro goles al equipo rojiblanco, que dio otro recital de cómo no se debe bajar de categoría: arrastrando camiseta, escudo, colores y hasta la dignidad como futbolistas. Como en el Bernabéu, pero con cinco goles menos. El Granada deja pasar los partidos con absoluta conciencia de saberse netamente inferior. El equipo no tiene nada. Ni siquiera órdenes de ganar, de superarse, de mejorar, valores y facultades que se les presuponen a un deportista -incluyan al entrenador-, y más si es de élite. Desde hace muchas fechas los de Abel Resino apuestan todo a determinados partidos, que encima ni salen bien (Celta, Almería, Eibar...). Valencia no era uno de ellos. Como en el Bernabéu, todo el desempeño de los granadinos era dejar pasar el tiempo, tratar de no desgastarse mucho y que el rival, por ciencia infusa, no tuviese el día. Y eso es dejar demasiado al azar, al criterio del contrario.

En las previas, los medios valencianos y nacionales coincidían en que los chés no iban a tener problemas en recuperar la cuarta plaza. El Valencia iba a ganar fácil y el Granada no se enrabietó con ello. Simplemente lo asumió. Se limitó, otra vez como en el Bernabéu, en tratar de incomodar un poquito. Pero a los rivales, lo que realmente les hace un partido feo, no es que no les dejes jugar, sino que, además de eso, les ataques. Los rojiblancos, por mucho Jhon Córdoba e Isaac Success que salgan de inicio, dos delanteros, es estéril, yermo, una llanura desértica de medio campo en adelante. Sí, Success encaró, alguna vez forzó algún que otro córner, pero Diego Alves no tocó la pelota en la primera parte.

El Granada acabó el partido con sólo dos tiros, todos ellos, además, en acciones a balón parado. El Valencia se dejó querer algo en la segunda mitad, ya con dos goles a su favor, y el equipo granadinista forzó dos faltas en la frontal en las que el único esfuerzo del portero brasileño del Valencia fue levantar el brazo para señalar que los balones lanzados por Piti, muy lejano, y Fran Rico, desde la frontal, se iban a la grada.

Esos fueron los únicos argumentos ofensivos del Granada. No descubrió nada nuevo Abel en ataque con Success y Córdoba, y en la segunda parte con Riki, Rochina y el nigeriano. Sólo el ímpetu y las ganas del africano luchaban contra un imposible encarnado por el resto de sus compañeros. Y esa falta de recursos es lo que está condenando y condenará al Granada al descenso salvo giro milagroso en los cinco partidos que quedan. Quince puntos en juego y seis de margen con la permanencia.

El Granada, que empezó decente el partido, ordenado y disciplinado, como siempre, fue poco a poco dando pasos atrás al ritmo que su rival iba entrando en calor. Casi, como en el Bernabéu, el 1-0 llegó antes de la media hora, en la primera acción a balón parado del Valencia. Un córner en el que la defensa granadinista cantó, como es costumbre, para dejar que un jugador tan alto como Javi Fuego ni siquiera tuviera que saltar para meter un cabezazo fuerte, colocado y tan cerca de la portería para que Roberto reaccionara tarde y no pudiera repeler el remate del asturiano. 26 minutos.

El Granada, como siempre, ni se inmutó, sabiendo que ya ni siquiera era capaz de sacar el punto. Ni buscó tener la pelota ni hacerle daño al Valencia. Como en el Bernabéu, la misión era tratar de no salir escaldado, aguantar en defensa y punto. Así, poco tardó en llegar el segundo, esta vez desde el punto de penalti. Barragán se coló por el agujero que siempre deja Insúa en su banda y Mainz le hizo penalti cuando se iba sólo hacia Roberto. Parejo, a diferencia de en el Camp Nou, lo tuvo fácil para engañar al gallego.

Para más choteo, para más dolor, el Valencia  no fue como el Madrid (normal) y se pasó toda la segunda parte descansando, entregándole la pelota al Granada para ver si inventaba algo. Parecía que Abel quería hacer reaccionar a los suyos y cambió el 1-4-4-2 inicial por un 1-4-2-3-1  con Jhon Córdoba en la derecha y Piti por dentro.

Aquellas dos faltas marradas por el equipo rojiblanco y nada más. El control de la pelota era de un Granada que mareó el balón sin sentido, orientación, ni mucho menos profundidad, vayan a equivocarse y marcar un gol para meterse en el partido.

Por ir mal las cosas, hasta se lesionó Insúa, el de la autovía por su banda. Entró Martins, un lateral infrautilizado que generó una buena acción de peligro para el Granada con un control excelso, pero que demostró sus carencias defensivas en el cuarto gol valencianista, en el que Negredo le comió la posición y la moral al ganarle la posición en un centro de Rodrigo de Paul.

Antes de ello había llegado el tercero del Valencia. Dos goles casi por accidente. Este lo firmó el argelino Feghouli, el mejor de los suyos, al fusilar a Roberto en un trallazo espectacular tras una no menos brillante asistencia de primeras de Álvaro Negredo.

Como tras el Bernabéu, en una semana de tres partidos, el Granada se va a jugar las pocas fichas que le quedan para ganar la partida de póker por la permanencia. Aquella vez apostó fuerte dejando pasar el partido ante el Madrid pero perdió la mitad de su botín con los resultados posteriores. Contra Espanyol y Getafe pinta que la otra mitad se puede ir definitivamente al garete. Y tanto sacrificio, tanto ridículo, habrán sido gratuitos.

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