El Observatorio

josé Carlos Del Toro

La noche del cometa

HACE veintiocho años, durante la noche del 13 al 14 de marzo de 1986, un buen puñado de científicos e ingenieros se reunieron en Darmstadt, Alemania, en ESOC, el centro de operaciones de la agencia espacial europea, ESA. Iban a presenciar el encuentro de la sonda europea Giotto con el cometa Halley, posiblemente el cometa más famoso del mundo, ese que Giotto di Bondone -el famoso pintor italiano- tras observarlo en persona en 1301, identificara como la estrella de Belén, en su cuadro Adoración de los Magos. La escena iba a ser distinta, pero sin duda también de singular belleza: un ingenio humano se acercaba de forma inédita a un cometa, uno de esos vestigios (varios miles de millones de años de edad) del sistema solar primigenio que aún hoy en día nos prometen conocer un poco más lo que somos, de dónde venimos y, posiblemente, hacia dónde vamos. La nave iba escudada para protegerse en una severa cita en la que, literalmente, sería barrida por algo así como una "tormenta de arena", al atravesar la cola del cometa.

Atrapadas en los hielos del Halley se detectaron moléculas complejas que suministraron información acerca de la aparición de vida en la Tierra, pero, sin duda, lo que más impresionó a la docta audiencia fue la propia imagen del cometa: una roca de unos 10 x 15 km, tan negra como el carbón (apenas refleja el 4 % de la luz que recibe del Sol) y de la que, en vez de encontrarse su superficie prácticamente hirviendo (sublimándose), chorros muy localizados expulsan material que alimenta la cola. La nave fue literalmente aporreada por el polvo cometario con el que se cruzó a una velocidad de 68 km/s (sí, por segundo, no por hora) y sus escudos se vieron enormemente dañados, así como la cámara, pero se había conseguido. Giotto se acercó al cometa a unos 600 km, apenas la distancia entre Madrid y Barcelona por carretera.

La hazaña europea de Giotto sirvió de punto de partida para que la comunidad planetaria se embarcara en misiones similares, pero si cabe más ambiciosas. Su sucesora es Rosetta, la sonda que, en unos meses, después de 10 años de viaje ininterrumpido desde su lanzamiento en 2004, orbitará alrededor del cometa Churyumov-Gerasimenko y enviará un dispositivo para aterrizar en su superficie. En ella, o más en concreto en dos de los instrumentos que porta, han contribuido científicos e ingenieros del IAA-CSIC, en Granada, al que me enorgullezco de pertenecer. Pero esa es otra historia que contaremos a su debido tiempo.

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