Cine

La muerte, la vida, el cine

  • Jaime Rosales trata la pérdida de un familiar en 'Sueño y silencio'.

Tras la cierta polémica que rodeó Tiro en la cabeza, aproximación al asunto del terrorismo que incomodó a algunos críticos, Jaime Rosales continúa su búsqueda. El barcelonés, que había ganado tres Goyas con La soledad y confirmado así las esperanzas que había despertado su ópera prima, Las horas del día, vivía el primer revés de una carrera ascendente, pero ese hecho no parece haber afectado a la honestidad con la que se enfrenta a su trabajo: ahora, el realizador regresa con la voluntad de afianzarse como uno de los directores más personales de la cinematografía española. En Sueño y silencio, que se vio en la Quincena de los Realizadores de Cannes, Rosales se sumerge en los territorios imprecisos de la espiritualidad a través del drama de una familia que pierde a su hija en un accidente.

"Tenemos una dimensión espiritual. Yo mismo no alcanzo a definirla racionalmente. Pero la siento, la intuyo y soy capaz de darle expresión poética a través de una película", afirma un creador que para esta indagación en lo sagrado ha optado por una fotografía en blanco y negro de grano duro, y ha contado con la colaboración del pintor Miquel Barceló, implicado de nuevo con un proyecto cinematográfico tras sus películas junto a Isaki Lacuesta.

Rosales, preocupado por captar "la realidad humana" y "el retrato de lo cotidiano", los "pequeños gestos, las miradas" y "las emociones incontrolables", eligió a actores sin experiencia para su filme. Oriol Roselló y la sevillana Yolanda Galocha encarnan a esa pareja que encaja de diferentes maneras la muerte de un ser querido. El director, interesado en explorar cómo el azar formaba parte del proceso creativo de la obra, no pasaba los diálogos a sus protagonistas, sino que les dejaba improvisar en una toma única, un juego en el que los intérpretes acabaron dando lo mejor de sí mismos pese a las dudas iniciales. "Jaime supo guiarnos de una manera que pareciese que lo que estábamos haciendo era fácil. Hubo momentos complicados, sí, porque lo que se cuenta en la película es duro, pero el equipo era muy bueno y te hacía sentir muy bien", reconocía Galocha a este periódico en una entrevista reciente.

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