Corpus

Y entonces va el guiri y se enamora de la Tarasca

ESTO tan tieso que por no prestar no presto ni atención. Me están hablando de cualquier cosa y yo estoy pensando en cómo voy a resolver llegar a fin de mes. Por eso cuando Harry me dijo el otro día que quería que le explicara qué eran las fiestas del Corpus, le cambié de tema creyendo que me estaba hablando de otra cosa.

-¡No! -dijo. ¡Yo querer que me expliques las fiestas grandes de Granada!

Le dije que sí, que sin problema, pero que él tendría que hacerse cargo de las cuentas de los bares a visitar que, según había previsto, iban a ser varios.

-Eso estar hecho- me dijo. Acabo de tener buenas noticias de Irlanda. Morir una tía mía en Dublin.

-Joder Harry… ¿esa es una buena noticia?

-Es que yo no conocer a tía pero ella dejar a mí herencia. Ocho mil libras.

Bajo esas premisas, elegí el miércoles para enseñarle a Harry los dos símbolos más granadinos de estas fiestas: Las carocas y la Tarasca. Por la mañana quedamos en la Plaza Bibarrambla, convertida este año en un espacio en el que abundan esos castillos de aire que tanto gustan a los pequeños. Hay más castillos de los deseados. Algunos hasta llegan a tapar las carocas expuestas.

Y son precisamente las carocas las que quiero que lea Harry. Mientras lo hace, le explico que una quintilla es una estrofa de la métrica castellana que consiste en cinco versos de ocho sílabas o menos con dos rimas consonantes distribuida según el principio de que no pueden tener la misma rima tres versos seguidos, ni acabar en pareado ni quedar suelto o sin rima. Es una tradición que viene de tiempos de los Reyes Católicos y que se aprovecha para criticar algo que no funciona, para meterse con los políticos o resaltar un problema en la ciudad de manera irónica y hasta con mucha malafollá. Yo soy desde hace años miembro del jurado que elige las quintillas ganadoras, que ya pintadas por algún dibujante local (durante muchos años ha sido Ozeluí y ahora es Mesamadero) se convierten en carocas. Harry lee la que ha ganado este año y no le hace mucha gracia, entre otras cosas porque no la entiende.

Ya sea año de humedad

o de estiaje puro y duro

solo sé que al colocar

la alfombra del Retroback

esos días, llueve seguro.

Le explico que el ganador ha querido resaltar el hecho de que casi siempre llueve cuando comienza un certamen de cine antiguo que se llama Retroback y que por eso la alfombra que ponen en la Carrera de la Virgen con tal ocasión siempre está mojada.

Pero cómo no le hace mucha gracia, le recito dos de las mejores quintillas que, para mi gusto, se han escrito para las fiestas granadinas. Un se refiere a cuando un concejal que trabajaba en la fábrica granadina de jabones Sprint Glory se equivocó al jurar el cargo y en vez de leer la hojilla que le habían dado, leyó, tal vez a causa de su nerviosismo, la página de la Biblia abierta que le habían puesto en el atril. La quintilla era:

Ferrol el de los jabones,

al prestar su juramento

se equivocó de renglones

y nos leyó por cojones

el Antiguo Testamento.

Esta quintilla sí le hace gracia a Harry, aunque celebra más la que le recito a continuación, escrita por Pepe Ladrón de Guevara, considerado "Quintillero Mayor del Reino", en aquellos años en que los reyes belgas pasaban el verano en su finca de Motril. Dice así:

En este lugar divino

de nuestra costa española

se moja el culo Balduino

y se refresca el chumino

la reina doña Fabiola

-¿Y no molestarse los reyes belgas?-me pregunta el irlandés después de soltar una carcajada.

-No sé, pero me imagino que si eso hubiera pasado se tuvieron que aguantar. También en un bar de la Grand Place de Bruselas hay muchos muñecos ahorcados que representan a reyes españoles. Cuando el pueblo habla los reyes deben callar.

-Los reyes de ahora. Los de antes cortar la cabeza-dice mi acompañante.

Harry dedica media hora de su tiempo a recorrer las veinte carocas expuestas. Antes tengo que ponerle en antecedentes de los temas que trata. Solo así consigo alguna que otra mueca risueña en su rostro.

Cuando terminamos el paseo por Bibarrambla, esperamos en una cafetería a que sean las doce ver La Tarasca. Él sabe la existencia de esta mujer que cabalga sobre un dragón, pero aún no la ha visto. Ya le hablé de ella en mi libro de 'El manual del perfecto malafollá', pero ahora el guiri quiere conocerla en persona.

El pueblo comienza a tomar las calles céntricas. Los colegios han cerrado las aulas para que los críos asistan a la procesión de la Pública, que así le llaman también a la Tarasca. Hay una multitud que se desparrama por las calles por la que va a pasar la procesión. Le digo a Harry que esta procesión es el prólogo transgre­sor y pagano previo a la fiesta solemne del famoso Jueves del Corpus.

Quiso la suerte -o tal vez el destino- que por la calle Mesones encontrara a mi amigo José Miguel Castillo Higueras, que fue el concejal que hizo que esta procesión tomara el auge que ahora tiene. Él la dignificó y pasó de ser un simple paseo de la susodicha en el que los niños se afanaban por quitarle las vejigas de cerdo a los cabezudos, a que sea un cortejo en el que uno de los secretos mejor guardados sea el modelo que vestirá la maniquí cada año. Al ser vestida por un diseñador de moda (este año ha sido Antonio Gutiérrez), se dice marca la tendencia de la ropa que se llevará en verano.

A José Miguel le encanta hablar. Y a Harry le encanta José Miguel. El ex concejal es como una bomba a la que solo hay que quitarle la espoleta con una pregunta para que estalle su docta verborrea. Le explica a Harry que la efigie, la mujer sobre el dragón, se entiende tradicionalmente como representación del triunfo de la belleza sobre lo monstruoso. Su origen está en una leyenda asociada a la ciudad francesa de Tarascón, que durante la Edad Media fue ase­diada durante meses por un dragón, hasta que Santa Marta logró domesticarlo rezando en su guarida, y regresando a la ciudad cabalgando sobre él.

Cuando Harry ve a la Tarasca (así se le llama a la mujer aunque en realidad es el dragón) inmediatamente se enamora de ella. Dice que es bellísima y que su rostro tiene un aire melancólico de los que hace perder el sentido al que lo observa.

-¡Sus ojos ser maravillosos! ¡Y tener cuerpo perfecto! -dice Harry con el tono que provoca el ensimismamiento.

La Tarasca va vestida de flamenca, con un vestido ajustado de colores de la bandera de Granada. Y unos bajos de volantes rojos que tapan sus zapatos rojiblancos, como las camisetas del Granada. Su semblante lorquiano emite el matiz del lamento.

-Os voy a contar un secreto. El primer año en que decidimos vestir bien a La Tarasca, nos dimos cuenta de que no llevaba bragas. Como era tarde y estaban ya todos los comercios cerrados, me acerqué a un sex shop y le compré unas. Aunque más que unas bragas era un tanga -dice José Miguel Castillo con ese tono de fantasía que pone en todas sus explicaciones.

Entonces veo a Harry entrar en el paroxismo propio de alguien que imagina a su amada en ropa interior. Luego me cuenta que si pudiera se casaría con la Tarasca. Y que sería capaz de llevársela a Irlanda.

-Pero Harry… ¡Esa de la que te has enamorado es de madera!

-Bueno… Nadie es perfecto.

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