Excelentísimo Presidente

"Hace falta más concienciación entre los políticos para que las leyes se cumplan"

  • Lleva treinta años en una silla de ruedas, pero suple esa carencia con un tesón encomiable · Dice que ya hay menos rechazo social a su colectivo aunque reconoce que todavía quedan muchas barreras que eliminar

TIENE 48 años y lleva aproximadamente treinta en una silla de ruedas. Un mal día le dio por tirarse de cabeza a una piscina sin calcular cuánta era la profundidad. Resultó que el fondo estaba mucho más cerca de lo que pensó y se dio tal golpe que se partió las cervicales. Le echa sentido del humor y resume el incidente como "el piscinazo", pero la cosa, claro está, no tiene gracia. Y menos si se echa mano de las estadísticas y se comprueba que el de Martín Ortega no es un caso único. Los piscinazos, por recurrir a su expresión, son la segunda causa de lesiones medulares.

Pero, dentro de lo que cabe, hace una vida normal. Con la silla de ruedas, equipada con motor, se maneja razonablemente bien, sobre todo en el interior de la sede principal de Fegradi, en la calle Escultor Navas Parejo, que se conoce al dedillo. Y también por la calle, siempre que no se tope con alguna de esas barreras arquitectónicas que persisten, pese a las leyes, las normas y las recomendaciones. También ha aprendido a manejar un ordenador aunque tiene las manos atrofiadas, valiéndose de dos pequeños cilindros que acopla entre los dedos.

Y como eso, muchas cosas más. Tiene una capacidad de superación y un tesón encomiables. Sabe que tiene la cabeza bien amueblada y, como ya hace bastante tiempo que no le importa que algún corto de mente se le quede mirando o le considere inferior, tiene mucho terreno ganado.

Pero lleva 16 años al frente de la federación y sabe que aunque ciertas cosas van mejorando, todavía hay muchas barreras que derribar, y no sólo las que tienen forma de escalón. "Cuando estaba en la Universidad, algunos compañeros me decían que no sabían qué hacía yo allí. Es verdad que ahora la gente, en general, tiene una visión más abierta, pero a veces se sigue notando.. no sé, cierto temor, como un rechazo que quieren ocultar, pero que existe, a vernos como personas normales. No es que sea un rechazo frontal, pero sí que no terminan de aceptarnos", explica.

El colectivo agrupa a 38 asociaciones de disminuidos físicos y orgánicos. La diferencia entre los unos y los otros es que, mientras en los primeros su discapacidad es visible -les falta un brazo o una pierna, son parapléjicos o tetrapléjicos...- en los segundos no. Ahí se incluyen los enfermos de riñón que dependen de la diálisis para vivir, los hemofílicos o los que padecen de lupus.

Son distintos males que acarrean distintos problemas, pero tienen en común el que necesitan de una ayuda extra para desarrollarse con normalidad en el día a día. Por ejemplo, para trasladarse de un sitio a otro. Y en ese campo siempre se puede ayudar. Es cierto que en Granada casi todos los autobuses están adaptados para que entren sillas de ruedas, pero las rampas no siempre funcionan o los autobuses no pueden detenerse junto a la acera porque alguien con lo que él define acertadamente como "escasa conciencia cívica" aparca en la parada.

También hay taxis adaptados, en concreto doce. Un avance, sin duda, pero la gracia sería completa si todos lo estuvieran. "Porque si un discapacitado tiene que pedir un taxi especial y éste viene desde el otro punto de Granada, cuando llega ya marca el taxímetro seis o siete euros. Al final tenemos que pagar más que los demás usuarios, lo cual no deja de ser una discriminación", protesta.

Pero llegar a donde se quiere no sólo depende de un taxi adecuado. Puede que el edificio donde está la consulta del dentista tenga un tramo inicial de escalera y ninguna rampa, o que la tienda en la que se quiere comprar tal o cual cosa tampoco facilite el acceso entre uno y otro nivel.

Comenta que en ese campo hay más de un problema. Por un lado, existe una ley desde 1992 que obliga a que los edificios públicos se adapten a los discapacitados pero que, en el caso de los privados que hayan sido construidos antes de esa fecha, sólo les insta a hacerlo como complemento a una obra de envergadura. Se emplea la palabra instar porque la obligación no es tal si no implica sanción en caso de incumplimiento.

Para colmo, la picaresca entra en juego. "Hay algunos comercios que no se han adaptado porque son anteriores a 1992, pero es difícil creer que en todo ese tiempo no hayan hecho una reforma. Me acuerdo de un banco que por dentro estaba totalmente remodelado y no tenía rampas. Pero claro, no constaba esa licencia de obras y la denuncia quedó archivada", relata. Y remata diciendo que todos, sobre todo los políticos, deberían concienciarse "de que las leyes deben cumplirse".

Las irregularidades se denuncian, es otra de las funciones de Fegradi. Se tramitan fundamentalmente a través del Ayuntamiento, al que por su parte el presidente reprocha que se haya dado tan poca prisa en elaborar su Plan de Accesibilidad. "Las otras capitales andaluzas lo tienen ya y aquí se está haciendo ahora. El retraso lo justifica diciendo que la Junta no daba subvención, pero es que no se lo daba a ninguna otra capital", critica.

Fegradi funciona en la capital y en la provincia, donde ser discapacitado no es ni mejor ni peor, sino distinto. "Hombre, es verdad que si uno vive en un pueblo pequeño, es más fácil que le quiten un escalón que estorba", aclara.

Un mensaje final: el desaliento no conduce a nada. "Cualquier cosa que hacemos nos cuesta un esfuerzo extraordinario. Muchos no lo hacen, prefieren acomodarse, se conforman con que les quede una paguita... Los que lo prueban, ven que es posible, que formarse reporta beneficios".

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