vacaciones en paz Acogida de niños saharauis

Sonrisas lejos del desierto

  • Andalucía acoge a 2.000 de los 9.000 niños que huyen en España del calor del Sáhara · El paro impide repetir experiencia a familias que han participado otros años

Lo que para algunos es poco para otros es mucho más. Así se podría definir Vacaciones en Paz, un proyecto desarrollado por la Asociación de Amigos del Sáhara a través del cual 172 niños de los campamentos situados en el desierto africano desembarcan en Granada para pasar los meses de verano.

Huyendo de los más de 50 grados que se alcanzan en el Sáhara durante la época estival, los niños llegarán al aeropuerto de Málaga sobre las ocho de la noche del día 23: "Ésta es la hora prevista pero, como vuelan con una línea argelina, se pueden producir retrasos de hasta tres horas", cuenta Fernando Guijosa, presidente de la Asociación. Una vez en Granada, los niños pasarán la noche en el pabellón de Fermasa (Armilla) donde se les realizará una primera revisión médica. Según apunta Guijosa Campos, "suelen llegar con la dentadura muy descuidada pero Odontología de la Universidad de Granada colabora con nosotros. Además muchos de ellos necesitan gafas". "Después pasarán una segunda revisión pero ya con el pediatra de cada familia; desde el primer día tienen alta médica y los ambulatorios reciben una lista con los niños que atenderán", asegura.

A las ocho de la mañana del día 24 será el gran momento: el encuentro con la familia de acogida. Aunque sólo tienen entre 8 y 12 años ya saben lo que es la necesidad y la hostilidad, pasar las vacaciones en Granada les devuelve a la infancia. Por ello, 120 de los niños que llegan a la capital son repetidores -han viajado años anteriores- y los otros 50 vivirán esta experiencia por primera vez.

Durante dos meses, pues se estima que la fecha de vuelta será entre el 20 y el 25 de agosto, disfrutarán de las comodidades del que se conoce como primer mundo pero, sobre todo, "derrocharán un cariño que nos llenará a todos el corazón", declara Fernando Guijosa que, además de presidente de la Asociación, es padre de acogida: "Yo tengo tres hijas y ahora viene la cuarta. Éste es el tercer año que pasa las vacaciones con nosotros y te aseguro que ha cambiado a toda la familia". "Es una experiencia que nos enriquece; la primera vez, ella se sorprendió con algo tan simple como un grifo, un interruptor de la luz o unas escaleras pero mis hijas, y nosotros mismos, hemos aprendido cómo es el mundo realmente y valoramos cada vez más la facilidad con la que podemos conseguir las cosas hoy día", narra Fernando emocionado.

"No permitimos que ningún niño se quede allí si puede optar a unas buenas vacaciones". Y es que la crisis no deja indiferente a nadie. El único incoveniente que puede tener una familia para acoger a un niño es su situación económica y, cada vez, va a peor. "No son ricas, ni mucho menos; suelen ser familias de clase media, sobre todo muy solidarias, pero lo que no podemos permitir es dar un chaval a una familia en desempleo para no empeorar aún más su situación". "Donde comen dos como tres y no hay necesidad de comprarles nada; la ropa, incluso, puede ser heredada de alguno de los miembros de la familia. El gasto del viaje corre a cuenta de la Asociación pero, por mucho que queremos cuidar a estos niños y por poco que cueste tenerlo en casa, no podemos poner en apuros a personas que ya lo están pasando mal", explica el presidente de Amigos del Sáhara.

El coste para fletar el avión es muy caro pero la Asociación no desiste en su labor. Para lograr este fin, recibe ayudas de instituciones como la Diputación de Granada o los ayuntamientos de varias localidades. Actividades culturales, festivales musicales y donaciones permiten que se realicen proyectos como éste o el de la Carabana de la Paz, a través del cual se compran camiones -que pueden ser donados- que viajan hasta países africanos llenos de alimentos. Gracias a Amigos del Sáhara, los campamentos ya tienen servicios hospitalarios con cirugía.

Pasan los dos mejores meses del año y, cuando vuelven a casa, lo hacen con una caja de ropa de invierno para las heladas noches y material escolar. "Son muchas las personas que a través de la prensa o del boca a boca se interesan por este proyecto. Todos repiten", apunta Guijosa. La sonrisa de un niño no tiene precio, la de casi doscientos vale millones. A partir del día 23, ellos disfrutarán de unas merecidas vacaciones y sus familias de acogida conocerán el valor de lo que tienen.

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