Granada

La ilusión no tiene precio

  • La rebaja en el importe de las atracciones da el pistoletazo de salida a los días grandes y congrega a centenares de granadinos en el recinto ferial.

LOS granadinos ya han cogido impulso y el Corpus vive desde ayer sus días grandes en el recinto ferial de Almanjáyar. La jornada del martes dio el pistoletazo de salida para estos cuatro días que restan; en los que se espera una mayor afluencia de visitantes. Si todo discurre según los cauces normales, ese repecho que comenzó ayer debe seguir pronunciándose hoy con el desfile de la Tarasca y alcanzar la cima mañana con el característico y esperado jueves de Corpus.

Ayer, de entrada, el ambiente en el recinto ferial fue significativamente más bullicioso que los días precedentes. A ello contribuyeron factores de tan diversa índole como la temperatura, mucho más atenuada que durante el lunes, o la disponibilidad personal que van adquiriendo los granadinos conforme avanza la semana. Pero lo que, sin duda, propició el despegue de afluencia en el recinto ferial fue el conocido popularmente como Día del euro o Día del niño, un acuerdo bilateral entre el Ayuntamiento y los propietarios de las atracciones que permite que pequeños, y no tanto, puedan subirse a las atracciones a precios asequibles. Un entente público-privado que, sin embargo, no se da en todas las ferias de España -la de Abril de Sevilla es el caso más paradigmático, aunque no el único- pese a ser beneficioso para todas las partes, visitantes incluidos.

Los hay de todos los colores. Desde los más clásicos; que aún encuentran dificultades para controlar su estómago sólo con subirse a la noria -por cierto, más pequeña de lo habitual este año- hasta los que hacen interminables colas para cabalgar las monturas de monumentos mecánicos de lo más inverosímil. Atracciones que incluyen vueltas de campana, piruetas y giros sólo comprensibles para mentes con estructura tridimensional; aunque también algún que otro susto. Y es que la adrenalina es uno de los ingredientes que no nunca falta en la calle del infierno.

Entre las más populares, pese a ser relativamente reciente, está el Tirachinas: una bola de dos metros de diámetro en la que dos individuos se encierran. Dos cuerdas atadas al habitáculo acumulan tensión a medida que ganan metros y, finalmente, tiran de la plataforma esférica, disparando a las improvisadas piedrecillas de carne a decenas de metros de altitud a una velocidad astronómica. Su precio habitual -de diez euros por sólo poder alojar a dos personas por tirada (y nunca mejor dicho)- se quedaba ayer en seis, una de las más beneficiadas por el descuento. "La rebaja se nota", asegura Alfredo Serna, propietario del columpio. "El convenio que tenemos con el Ayuntamiento es bueno para todas las partes", apostilla.

Pero los feriantes no sólo viven de los intrépidos. Los columpios light también tienen su público. Al otro lado de la taquilla del Rockin'Tug se encuentra Flavia Machado, quien explica que la diferencia económica de las atracciones "la notas respecto al día de antes, y vuelves notarla los días posteriores". El Rockin'Tug es una divertida propuesta situada en la zona más infantil de la calle del infierno que desplaza una barcaza sobre una plataforma curvada. Habitualmente cuesta 3 euros, pero ayer pequeños y mayores pudieron acceder por tan solo uno.

Desde primeras horas de la tarde, las arterias principales del ferial comenzaron a llenarse de granadinos de todas las edades ataviados, en algunos casos, con vestidos y trajes de gitano. Los buses feriales, así como las líneas regulares que llegan más allá de la estación de autobuses, llegaban a rebosar hasta la carretera de Jaén. Abuelos, padres e hijos o nietos abarrotaron cada uno de los rincones de la zona de columpios. Un efecto que tuvo también rebote en las casetas. "Los críos se lo pasan fenomenal", afirma José Luis Villabaso, padre de familia. Sus hijos, Diego y Pablo, no se pierden este día "ni un año".

Algo parecido le pasa a Adrián e Ignacio. Apenas superan los seis años de edad y dicen pasárselo "bomba" en la infinidad de máquinas y aparatos de la ilusión instalados en Almanjáyar. Su abuelo, Francisco Cara, les acompaña. "Está bien este día porque es más asequible para las familias que no pueden permitirse montar a sus hijos en muchos columpios el resto de días", comenta. "A mi hijo le encanta este día, y cada año espera que llegue", añade junto a la cola del puesto de algodones Analía Salinas. Su hijo, David, espera se ha subido "en todos los columpios".

La Feria tiene ese aroma a unión por el que gente de todas las edades se junta para hacer de la diversión, el entretenimiento y el asueto una original manera de solidificar los lazos intergeneracionales entre pequeños y mayores. Es una oportunidad única para vivir un día en familia y disfrutar de las bondades que caseteros, dueños de las atracciones y administraciones ponen a disposición de la ciudadanía. O visto desde una óptica más materialista y menos romántica, en definitiva; hijos que sueñan con volar a bordo de los cacharros, y bolsillos de padres que vuelan cuando llegan a la taquilla. Los granadinos, jóvenes y mayores, ya han tomado impulso. Y como tópicos hay más que chavales en la calle del infierno: un día es un día, y una vez al año...

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