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Cómo salvar la cara en Kosovo

  • La comunidad internacional no encuentra una salida a un problema que altera las fronteras de un Estado miembro de la ONU sin que exista una base legal para ello

La cuenta atrás para la independencia de Kosovo, todavía provincia serbia, está en marcha. Previsiblemente pasarán unos meses hasta que se concrete y todo apunta a que Pristina intentará consensuar la declaración de su nuevo estatuto con EEUU y la UE. Sin embargo, las dudas sobre las consecuencias que tendrá el fin del protectorado de la ONU, que ya dura ocho años y que acaba sin una solución consensuada pese a los dos años de negociaciones, son imprevisibles. Para unos, este "secesionismo remedio", como lo llaman algunos expertos, será el mal menor. Otros tienen miedo a que se vuelvan a abrir las puertas a la guerra en una región tan volátil como los Balcanes. Y todos temen que lo que ahora se decida sirva de precedente para alentar otros independentismos.

La situación sobre la mesa es clara aunque complicada, máxime cuando el vencedor de las elecciones en Kosovo, el primer ministro Hashim Thaçi, un ex líder guerrillero buen amigo de Washington, dejó claro que su objetivo prioritario era la declaración de independencia. Pero, ¿cómo reconocer una independencia que altera las fronteras de un Estado europeo miembro de la ONU -Serbia- sin el consentimiento de Naciones Unidas?

La situación de Kosovo no es equiparable a la de las ex repúblicas yugoslavas que desde 1991 se han ido independizando. En esos casos, la legislación internacional las amparaba pero eso no evitó las sangrientas guerras que sufrieron los Balcanes en los 90. En este caso, sin embargo, la "ley está del lado de Serbia y Rusia", como dice The Economist citando a un diplomático europeo, ya que la resolución de la ONU por la que se rige Kosovo es la 1.244 y en ella se reconoce la soberanía serbia de este territorio. "De lo que se trata es de una decisión política y no legal", añade la misma fuente del semanario británico.

En opinión del analista Félix Arteaga, experto en temas de seguridad del Real Instituto Elcano, no se puede reconocer "formalmente" un Kosovo independiente en contra de la ONU (donde Rusia lo impedirá porque tiene derecho de veto en el Consejo de Seguridad) y del derecho internacional. Por eso, el gran reto de la comunidad internacional en general, y Europa en particular, es articular una propuesta que, sobre la base del Plan Ahtisaari, que proponía una independencia de facto de Kosovo pero bajo supervisión internacional, permita el trabajo de la misión civil que acaba de aprobar la UE en sustitución de la actual de Naciones Unidas, y de la militar que tiene desplegada la OTAN (y en la que participan 600 españoles).

"Ver cómo encaja todo eso en la resolución 1.244 será el debate de los próximos meses porque todos los países querrán salvar la cara y ningún europeo, y menos España, querrá ir al margen de la ONU", añade Arteaga.

Además, aunque EEUU y la UE se esfuerzan en subrayar la especificidad de Kosovo, un caso sui generis -argumentan-, todos temen que siente precedentes, algo que los expertos aseguran que será inevitable y que preocupa mucho a Rusia, que tiene varios frentes abiertos con peticiones nacionalistas en sus fronteras (Osetia del Sur, Nagorno-Karabaj, Transnistia) y a países como España, con fuertes nacionalismos catalán y vasco.

Pero sin duda será en la vecina Bosnia-Herzegovina donde se dejen sentir los primeros problemas ya que la entidad serbia de este país, la República Sprska, ya ha anunciado que seguirá los pasos de Kosovo y la realidad bosnia es de una paz apuntalada que poco tiene que ver con el desarrollo de una sociedad multiétnica. Al margen del marco legal, que sirve para legitimar o no políticas, está la situación sobre el terreno y no es nada halagüeña. La intervención de la OTAN en la guerra de 1999 en favor la mayoría albanokosovar (el 90 por ciento de la población de los menos de dos millones y de religión musulmana) tuvo como objetivo parar la limpieza étnica que llevaba a cabo la Serbia de Slobodan Milosevic en una provincia que Belgrado considera cuna de su cultura.

Sin embargo, poco después se volvieron las tornas y fueron los albanokosovares quienes acosaron a la minoría serbia en Kosovo. Los últimos actos de violencia sectaria serios fueron hace sólo tres años y según datos del analista Ricardo Angoso, autor de un libro sobre el tema, más de 300.000 no albaneses han sido expulsados de Kosovo desde la intervención de la OTAN en 1999.

De ahí que no deje de ser paradójico que el criterio étnico que siempre ha espantado a Europa sea el que ahora impere ya que, como destaca Arteaga, ya ha empezado el éxodo de serbios para huir de Kosovo. Además, está dentro de lo previsible que zonas kosovares de mayoría serbia, como Mitrovica, que ya funcionan al margen de Prístina -hasta con distinta moneda- se separen de Kosovo para mantenerse unidas a Serbia. Y no hay que olvidar que una de las aspiraciones de los radicales albanokosovares era la creación de una Gran Albania, una opción que Europa se encargará muy mucho de evitar por todos los medios.

Angoso, que argumenta una de las posiciones más alarmistas, advierte de que con la independencia de Kosovo se vuelve a abrir la caja de Pandora de los Balcanes y las guerras pueden regresar. "Tras Kosovo todo valdrá, las fronteras ya no tendrán ningún valor", indica el experto, y el siguiente objetivo para el nacionalismo radical albanés será Macedonia, anuncia.

Arteaga, investigador del Instituto Elcano, cree sin embargo que más que nuevos enfrentamientos bélicos lo que habrá será problemas de orden público más o menos serios. "La comunidad internacional está preparada para lo que pueda pasar con 16.000 soldados en una zona del tamaño de Asturias pero también es verdad que cualquier loco puede montar un nuevo Ejército", indicó.

Serbia, mientras tanto, parece un espectador pasivo del futuro de su territorio. Cuenta con el respaldo de Rusia y tiene entre sus objetivos la adhesión a la UE. Pero a principios del año que viene tiene elecciones y los dos líderes Boris Tadic, dirigente del proeuropeo Partido Democrático (DS), y Tomislav Nikolic, del ultranacionalista Partido Radical Serbio (SRS) "agitarán la bandera de Kosovo", dice Félix Arteaga.

Por eso una secesión podría dejarles "humillados" y "hay que tener cuidado con esa sensación en el seno europeo porque es peligrosa", advierte el analista.

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