Era habitual verlo por Granada con su simpática sonrisa y una educación perfecta. Siempre amable, tendía a valorar el lado bueno de las cosas y amaba mucho la belleza. Quizás por eso buscó para vivir un lugar mágico desde donde disfrutaba de las mejores vistas de Granada, el Sacromonte. Siempre fue su deseo acabar su vida mirando la Alhambra y los atardeceres rosados de nuestra ciudad. Y así ha ocurrido. Jorge Aguilera nos ha dejado en pleno verano. Cuando las estrellas más brillaban y la luna era más plena y plateada.

Jorge fue un artista inquieto por los problemas del arte, históricos y de su tiempo. De formación autodidacta, fue un estudioso, y crítico observador del arte y de los artistas (su maestro y admirado Paul Klee). A través de sus creaciones plásticas y reflexiones escritas, Jorge Aguilera experimentó una diversidad de lenguajes clásicos y contemporáneos, analógicos y digitales, con los que manifestó su interés por los problemas de su tiempo, de la ciencia, de la tecnología o de la vida a la que amaba. La Alhambra o el flamenco, la poesía y la música, la luz y el dinamismo, el viento y el vuelo, India y África o la naturaleza, fueron referencias que ilustraron su cosmos creativo.

Jorge fue un gran dinamizador del mundo artístico de la ciudad, siempre dispuesto a participar en el debate sobre el arte contemporáneo. Desde las galerías de arte El avellano y Sur Oeste, de las que fue responsable, en las décadas de los 80 y 90 promocionó y colaboró con una diversidad de artistas plásticos, escritores, músicos, o críticos de arte. Jorge Aguilera expuso en numerosas ocasiones dentro y fuera de España y son varios los museos y colecciones públicas y particulares que han adquirido sus obras.