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El Festival Jazz en la Costa se reivindica con un rotundo éxito

  • La cita de Almuñécar consiguió sobrepasar la barrera de los 15.000 espectadores

Cuando el jueves por la noche, che, acabada la actuación de Marcus Miller con el público entregado en una unánime ovación, el escenario se llenó de artistas que subieron a agradecer la acogida de Almuñécar, los organizadores no podían ocultar su satisfacción por el desenlace de una edición difícil en la que han tenido que afrontar duros escollos. La presencia sobre las tablas del Parque del Majuelo no solo del septeto de Marcus Miller que acababa de ofrecer un excelente concierto sino también de Dee Dee Bridgewater con Irvin Mayfield y los demás miembros de The New Orleans 7, y del trío de Robert Glasper, los tres últimos nombres del programa de este año, simbolizaba el reconocimiento de varias figuras internacionales de máximo nivel a un festival que se ha tenido que mantener en precario equilibrio durante las últimas ediciones a causa de los recortes presupuestarios y la dubitativa actitud de los patrocinadores y las instituciones de las que depende su supervivencia.

Semejante demostración de músculo y de cariño, tanto por parte del público como de los artistas viene a reforzar en un momento muy delicado la posición de unos organizadores que han sabido mantener el nivel de calidad del que siempre ha podido presumir el certamen aún a costa de adelgazar la oferta y presentar un festival con menos días de duración.

Jesús Villalba, director tanto de Jazz en la Costa como de su hermano mayor, el Festival Internacional de Jazz de Granada, destaca la "progresiva proyección del Festival y la notable difusión que tiene en Europa y a nivel internacional, debido al escenario privilegiado donde se celebran los conciertos y la programación del Festival, que ha seguido manteniendo como seña de identidad una impronta eminentemente jazzística, muy diferente a la de otros grandes festivales en los que ya se mezcla todo tipo de música. En esta edición se ha conseguido con mucho esfuerzo un programa de calidad muy similar a otros importantes festivales europeos". Asimismo agradece a las entidades organizadoras, el Ayuntamiento de Almuñécar y la Diputación de Granada, el esfuerzo realizado para mantenerlo, "y especialmente el apoyo y el cariño de un público fiel e incondicional".

Efectivamente, tras ver como en los últimos años el festival pasaba de ofertar hasta doce actuaciones durante dos semanas consecutivas, a las seis en menos de una semana con que ha contado la actual edición, el público ha mantenido su adhesión a un festival imprescindible en el calendario cultural granadino. Los contantes y progresivos recortes presupuestarios, la retirada de algún patrocinador e incluso la inquietud que se genera con los cambios de color de los gobiernos en las instituciones, una contingencia que en circunstancias normales no debería influir en la estabilidad de un festival consolidado pero que es moneda común en la batalla política por estas latitudes como hemos visto este año en Jazz en el Lago, otro de los más destacados certámenes dedicados al jazz en la provincia, han hecho temer por la continuidad de un evento que en ningún caso debería verse afectado por coyunturas espurias.

Con sus 28 años de vida, Jazz en la Costa no solo es un festival pionero en conjugar cultura y turismo, sino también un ejemplo de que la cultura es motor de actividad económica, de riqueza y empleo. Un hecho que repercute directamente en los hoteles de la localidad, llenos durante la semana de festival, que cuenta con un 75% de su público procedente de fuera de la provincia de Granada y supone una importante inyección de dinero en la ciudad. Con venta de entradas en países tan lejanos como Suecia o Estados Unidos, Jazz en la Costa se nutre de un público internacional que confía en la excelente selección musical que lleva a cabo la organización, que cuenta con cerca de 30 personas que trabajan diariamente en la producción de los conciertos, entre técnicos, productores, auxiliares, conductores y personal de prensa.

El balance que hace la organización, que estima en casi 15.000 personas las que han asistido a las actuaciones programadas, entre el cartel central, que durante los dos últimos días tuvo que plantearse la ampliación del número de butacas ante la avalancha de peticiones, y las actividades paralelas, es muy positivo y supone una confirmación de la buena salud de la que goza la afición al jazz, y de que el público es receptivo cuando se le ofrecen productos de calidad.

En el aspecto exclusivamente musical el festival comenzó de manera algo irregular para ir describiendo una trayectoria ascendente, con un primer lleno a cargo de Eliane Elias, que en cambio planteó una actuación previsible que contentó a los incondicionales del clasicismo brasileño pero que dejó la sensación de que podía haber dado bastante más. Al día siguiente, con una menor asistencia, la baterista Terri Lyne Carrington puso el listón bien alto con su revisión del Money Jungle de Duke Ellington en un concierto de categoría, lleno de buen jazz absolutamente contemporáneo. El trompetista Till Brönner cumplió con una actuación pulcra y correcta pero que quedó ensombrecida por los tres magníficos conciertos que vendrían a continuación. En primer lugar, con menos público que en las subsiguientes citas, tal vez por su juventud aún Robert Glasper no sea tan conocido como su música merece, el pianista texano dio una soberbia lección de jazz atemporal, tan moderno y audaz como sutil, demostrando como se construye el clasicismo de mañana.

Tras su portentosa actuación, llegaría la apoteosis con Dee Dee Bridgewater transportándonos al corazón del carnaval de Nueva Orleans, y dejando constancia de que es una de las grandes damas del jazz que agotará el papel cada vez que repita, y la traca final de pirotecnia slap con el maestro del bajo eléctrico Marcus Miller, que dejó un magnífico sabor de boca y renovó las ganas de que pasen pronto los 358 días que aún quedan para que comience la vigésimo novena edición de Jazz en la Costa.

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