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Francisco Brines defiende "el gozo de vivir" y la tolerancia

  • El poeta recibió de manos del alcalde José Torres Hurtado el IV Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca-Ciudad de Granada en un acto celebrado en el Auditorio Manuel de Falla

"¡Mirad con cuánto gozo os digo/que es hermoso vivir!". Francisco Brines, el gran poeta elegíaco, el poeta que lleva años preparándose para la muerte, disfrutó ayer más que nunca de su día. Brines recibió en el Auditorio Manuel de Falla de la manos del alcalde de la ciudad, José Torres Hurtado, el IV Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca-Ciudad de Granada, en un acto en el que estuvieron presentes la concejal de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, María José Alcón, y la directora general del Libro de la Junta de Andalucía, Rafaela Valenzuela. Brines recibió un clamoroso aplauso del público al recibir el galardón.

"La poesía", dijo en su discurso de agradecimiento, "nos ayuda a vivir mejor, pues educa la sensibilidad para percibir el goce y experimentar el dolor". También "la poesía ayuda a ser un mejor ciudadano", señaló, "porque un buen lector que ha recibido un texto con emoción cultiva así la tolerancia personal. Así, un creyente sin dejar de serlo puede percibir una manifestación agnóstica o incluso atea o un ateo puede percibir el misticismo de San Juan de la Cruz".

Brines tuvo también un "recuerdo emocionado de Ángel González", el primer premio Lorca, quien falleció en enero de este año. "Tengo su recuerdo siempre presente. Era un trompo firme, pero nunca áspero. Era su poesía de diamantina precisión".

No quedó fuera de su discurso Federico García Lorca. "Es tanto lo que nos entregó", manifestó refiriéndose al poeta granadino, "que se nos hace invisible su malograda vida, tan tempranamente cercenada, sucedida antes de cumplir los 40 años, y este debe hacer que nos dolamos de toda su truncada obra".

"Es autor", añadió, "junto con Jorge Manrique, de una suprema elegía, su prodigioso Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías", y logró "fundir la tradición culta y popular con el presente más innovador de su época. Es un poeta ejemplar, único".

Brines habló de su propia obra, de su sentido de la muerte, de sus poemas que son "el ensayo de una despedida, una continua elegía". Pero al mismo tiempo, reafirmó su propia alegría de vivir precisamente por ser consciente de la muerte, de su inevitabilidad. El autor valenciano completó su discurso con el recitado de dos poemas, Alocución pagana, en torno a la inutilidad de los mitos religiosos ("Respuestas ignorantes / son todas las humanas / si a la muerte interrogan") y Oscureciendo el bosque, un poema que h abla de los pequeños instantes del mundo que se pierden para siempre y que había confortado a un chico que padecía un cáncer terminal. "¡Mirad con cuánto gozo os digo/que es hermoso vivir!", leyó Brines.

El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, por su parte, respondió a Brines que, desde ayer, ésta ya es también su ciudad. "No se equivocaba Carlos Barral", dijo el alcalde, "cuando definió a Brines como un clásico viviente, como un poeta cuya obra nos emociona, nos ilumina y nos acompaña; un poeta que nos ayuda en el más difícil de todos los empeños, en ese extraño oficio que llamamos vivir".

"No me cabe la menor duda de que el Premio García Lorca se ha engrandecido aún más al vinculársele el nombre de este valenciano de Oliva, que es por méritos propios uno de los principales escritores de la literatura española contemporánea". María José Alcón, por su parte, destacó que gracias al premio, Granada y Valencia ya son ciudades hermanas.

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