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"En La Habana nos pasamos los libros de mano en mano"

  • La escritora cubana ofrece esta tarde un recital en la Casa de los Tiros con unos versos opuestos al concepto de "imagen nación" que apuestan por la cotidianeidad

Prefiere alimentar su alma antes que su cuerpo. Ha tenido incluso que tomar el café sin leche para comprar un libro. La poeta cubana Reina María Rodríguez participa esta tarde en la Feria del Libro con una lectura de sus poemas en la Casa de los Tiros.

Pero que nadie busque bellas encuadernaciones en piel y ediciones cuidadas al detalle. Muchos de sus libros llevan al extremo la autoedición y la poeta cose ella misma los ejemplares. "En La Habana nos pasamos los libros de mano en mano, el mundo del libro como algo material es muy limitado", explica la poeta fundadora del proyecto cultural Casa de las Letras. En definitiva, no sólo los coches y los televisores tienen una larga y ajetreada vida. También los libros sobreviven con tesón.

Dentro de unos días presentará en Salamanca su último poemario, El bosque negro. Es un libro que ya había editado en La Habana "pero con muchas erratas y muchos problemas". De hecho, la vida literaria en La Habana se articula casi en torno a cuatro héroes -no los de la Revolución que pueblan las paredes-. "Hay muchas otras cosas pero a mí me interesan los espacios pequeños, como Casa de las Letras, donde tenemos una biblioteca muy limitada aunque es muy bello al mismo tiempo", confiesa la poeta. "Es una lucha también para recordar a autores que ya no están y por mi ático en La Habana han pasado escritores de todo el mundo, editores... Y todo con la bandera de la calidad".

Tampoco la universidad da amparo a unos escritores que podrían reírse a carcajadas con los problemas de sus colegas españoles. "Es tan pobre que apenas tenemos vinculación con ella", dice Rodríguez. "Los poetas de mi generación no vienen de las carreras de letras, vienen de otros espacios porque hay una falta de contacto entre la universidad y la creación". No es el caso de la pintura, que tiene un importante centro de estudios. Pero en el caso de la literatura, "afortunadamente no hay escuela".

Respecto a las diferencias entre la poesía de los que se fueron y la de los que quedaron en la isla, Reina María Rodríguez recuerda al grupo Diáspora que en su mayoría viven en Alemania, donde llegaron en los años noventa "introduciendo en el mercado su poesía". "Puede que haya diferencias en cuanto a que un mundo es más abierto y otro más cerrado, pero no tiene nada que ver con la calidad y la perspectiva del autor porque la territorialidad no marca la calidad", defiende la autora que califica su poesía como "muy variable".

Uno de sus textos, El libro de las clientas, resume su vida familiar y su visión de la creación. "Hago un viaje a través del mundo de la tela porque mi mamá es modista", explica. "Todavía cose, y mi poesía tiene mucho que ver con las telas, los tejidos, los alfileres, las texturas... Me gusta jugar con las jerarquías del lenguaje, las dobles lecturas, el lenguaje común y el culto, busco más la musicalidad de la poesía que la imagen".

Pero Rodríguez también pasa por ser el azote de muchos poetas, de la autocomplacencia. Es una mujer de carácter que no rehuye la polémica, muchas de ellas recogidas en medios españoles. "Soy bastante crítica, sobre todo con la generación de los años cincuenta". "Admiro por ejemplo a Juan Carlos Flores, un poeta cubano que vive en Alamar, un pueblecito cubano; le voy a publicar un libro, A contragolpe, en una edición que tenemos dedicada a la poesía y que sacamos adelante con mucho esfuerzo. Otro poeta que cuenta con sus bendiciones es Carlos Alberto Pérez, quien ganó el Premio Guillén con Oral B -como el cepillo de dientes-. "Pero no tenemos mucha información en la isla de los poetas más jóvenes, incluso de los nuestros, porque no hay gran conocimiento de gente como Lezama o Nicolás Guillén".

Y ¿qué pasaría si salieran a la luz los inéditos que muchos cubanos guardan en sus cajones? "Yo me he dejado ahí muchos textos, otros los envío por correo constantemente... La cultura cubana es territorial, como cualquier otra cultura, aunque he luchado mucho para que los poetas cubanos puedan ir publicando.

Y también por ir traduciendo obras de autores universales, de poetas de otras lenguas. Reina María Rodríguez apuesta por un discurso más libre de los poetas que tradicionalmente se han mantenido dentro de lo aceptado por el Régimen. "Las palabras que no se leen, las que no se encuentran comprometidas por un discurso oficial, las que escapan a lo instituido, ¿dónde han estado realmente", se pregunta.

Otro espinoso tema es la famosa Ley Helms-Burton, el embargo económico y cultural de la isla. "Las modas, los periódicos literarios, las revistas y los libros llegan con 10 ó 20 años de retraso", lamenta. "Lo que ocurre en el caso de los poetas cubanos es que reciclan lo que el mundo ya degustó, y lo hacen con los residuos, lenguajes, pensamientos y filosofías pasadas, los que les lleva a realizar un ejercicio constante de 'refrito' de lo que llega del exterior constituyendo un lenguaje contaminado como única trampa o salvación", afirma la poeta.

Y en su línea combativa y de dientes apretados, Rodríguez se opone con firmeza al concepto de "imagen nación". "Cuando unos trataron de desembarazarse de una apreciación histórica engañosa de la tradición, nosotros estábamos embaucados por el manto de la Historia", apunta en relación a la literatura cubana del último siglo. "Desde el siglo XIX, los autores cubanos han tenido una deuda con su país, un deber patriótico y una forma obsoleta de narrar la literatura, algo que debe retroactuar con el exilio de aquí y ahora, en el espacio de la cotidianeidad". La heroína de las letras ya está en Granada. Y sin callarse nada.

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