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Pobres víctimas, grandes temas

El imperio del olvido es una pieza tan dramática como sus predecesoras, que en esta ocasión sube a escena a tres personajes que son nuevamente víctimas. Si Deliciosa provocación y Mi madre amantísima presentaban monólogos trágicos, desplegaban el drama individual con el elemento trágico súbito digno del culebrón, en El imperio del olvido al drama individual se suma el colectivo.

Teatro comprometido que, a su pesar, se apoya más en el sujeto sentimental que en el sujeto de la Historia. Al matrimonio protagonista víctima del alzheimer -el mal personal de la enfermedad del olvido- se superpone en la pieza el personaje de la anciana, que busca los restos mortales de su esposo desaparecido y muerto a manos de los franquistas durante la guerra civil -prototipo de personaje que encarna un tema-. De hecho, la obra es la dramaturgia resultante de dos temas: el alzheimer y la Memoria Histórica.

La pátina que impera en la propuesta de Escalante es una aproximación paternalista a ambos temas, pierde carga crítica y verosimilitud en el mismo momento en el que la obra propone como protagonistas a las (pobres) víctimas de dos (grandes) temas de raíz social y política. El problema de base es la exhibición del personaje maniqueo: Paco y Lola como tópico del hombre y la mujer sencillos y buenos; la anciana, como esa misma sencillez al servicio de las nobles causas colectivas. Como contrapunto y más carga crítica, la trama incorpora la localización y el rodaje en Trebujena de la película, El imperio del sol, de Spielberg. Una pantalla proyecta fragmentos, y en escena personajes de una sola pieza que dejan de serlo en contadas ocasiones, cuando el paternalismo cede paso a la ironía.

El trabajo de la actriz que encarna a Lola es destacable, es el único personaje que toma verosímilmente la escena, cuando asoma la ironía recae en ella, ironía que apenas roza a Pepe y que está exenta en la solemnidad trágica del personaje anciana/Memoria Histórica.

El olvido común a todas las piezas del Mentidero es la radical naturaleza plástica y visual de la escena. Olvida un compromiso ético que ha de ser también estético con la narrativa específicamente teatral. Ni rastro de una dramaturgia ligada a la imagen visual. Como ejemplos: la puesta en escena de una de las reivindicaciones de la Memoria Histórica como la imagen de la anciana acarreando una carretilla cargada de huesos de cartón piedra o un programa de mano en el que se omite el diseño de la escenografía.

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