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Rafael Alberti y la música

  • Eladio Mateos concluye una biografía musical del poeta, desde sus primeros recuerdos musicales hasta sus últimas colaboraciones con el arte sonoro

A finales del pasado año se presentó en el Puerto de Santa María, en la sede de la Fundación Alberti, la segunda edición ampliada del libro de Eladio Mateos Rafael Alberti y la música, una brillante aportación al conocimiento más completo de la compleja personalidad artística de uno de nuestros grandes poetas contemporáneos, a más de constituirse en la gran investigación sobre la música en el ámbito de la llamada 'Generación del 27', en cuya relación sólo García Lorca y Gerardo Diego habían concentrado el interés de los investigadores.

Como se puede suponer, este importante volumen ha sido el resultado de muchas horas de búsquedas, de consultas bibliográficas, de rastreo minucioso y detenido del inmenso corpus textual del autor de Marinero en tierra, de muchas horas fértiles de recopilación de datos sobre la utilización de su poesía en el mundo de la canción contemporánea, de seguimiento detenido de pistas y de sorprendentes descubrimientos en hemerotecas, bibliotecas, fundaciones, archivos públicos, archivos personales y un buen número de centros de investigación, por los que Eladio Mateos se ha movido con buenos resultados evidentes. Estamos, pues, ante un gran trabajo de investigación, que ya está sirviendo de modelo aplicable a otras figuras de nuestra literatura, y que en sus dos ediciones ha disfrutado, además, de un gusto editorial que enriquece el volumen y ennoblece a la institución que lo acogió en su catálogo de publicaciones, el Centro de Documentación Musical de Andalucía.

Por otra parte, la indagación de Eladio Mateos se encuadra en una de las líneas abiertas dentro del grupo de investigación del área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, de la Universidad de Granada, ya que el trabajo desarrolla precisamente un tema directamente relacionado con el comparatismo interartístico. Pero es más, en un espacio más amplio el trabajo se ha revelado como el último eslabón de una cierta tradición investigadora de los ámbitos literarios de la Facultad de Filosofía y Letras sobre la obra de Alberti: un camino que abrió e impulsó Antonio Gallego Morell y que Concha Argente inauguró en la segunda mitad de los años setenta del pasado siglo con una tesis pionera e importantísima sobre la poesía del destierro del gaditano, senda que otros después han ido acrecentando, como Antonio Jiménez Millán o Luis García Montero, a cuya defensa de tesis asistió un expectante Rafael Alberti sentado en la primera fila de butacas.

En otro sentido, y en lo que a mí concierne, a más de interesadísimo, siempre me sentí cómplice y muy implicado en la investigación de Eladio Mateos, pues no hacía muchos años que había gozado de una experiencia muy directa sobre la potencialidad interartística de los textos del poeta. En efecto, en los años ochenta me decidí a llevar a cabo, con alumnos de los cursos de verano de Baeza y de los cursos regulares de la Facultad de Letras de Granada, un antiguo proyecto de escenificación de algunos poemas de A la pintura, para mí el mejor libro de Alberti, con el que sin duda atravesará los siglos venideros.

Se trataba de construir con cuatro poemas del libro (los dedicados a Giotto, El Bosco, Miguel Ángel y Goya) una puesta en escena de luz, de color, de imágenes, de sombras, de expresión corporal, adecuadamente ambientada de ilustraciones musicales (canto gregoriano, música medieval, sinfonía de Mahler, música cortesana del XVIII); sin embargo pronto me di cuenta de que esos fragmentos musicales que envolvían a los poemas no eran suficientes, porque, si bien es verdad que potenciaban la audición de la palabra poética, los poemas pedían más: pedían ser atravesados por la música; deseché la solución simple de cantarlos y me decidí por interpretarlos cada uno de ellos con un recitado especial construido y subrayado sobre el modelo de la música en el ritmo, en la entonación, en el tiempo de ejecución, en la expresividad fónica y en la matización reveladora de su oralidad: los poemas así lo demandaban, se les aplicó, pues, lo que solicitaban y respondieron acordemente en su realización; era como si los textos hubieran sido hechos para esa ejecución musical. El efecto fue realmente sorprendente y fascinante para todos los que vivieron o asistieron a ese espectáculo, y cuando se lo relaté al poeta, en aquellos días de mayo de 1982, en que, por mediación del hispanista Tony Geist, le programé su más gloriosa visita a Granada, demostró un más que vivo interés por esa experiencia, que le descubría posibilidades y virtudes sorprendentes de su propia poesía.

Eladio Mateos. Debate. Barcelona, 2009

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