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Rusia no se acaba nunca

  • 'La Casa de los Encuentros' y 'Koba el Temible' son dos denuncias de Amis a la historia reciente de Rusia ambientadas en los años más tristes de la Unión Soviética

Con Koba el Temible (2002), Martin Amis emprendió un camino que, a la luz de su última novela, promete llevarnos a territorios literariamente fascinantes, si bien históricamente atroces. Koba el Temible y La Casa de los Encuentros, ambientadas en los años más tristes de la Unión Soviética, son sendas denuncias de la Historia reciente de Rusia y, a la par, encendidos homenajes a la gran novela rusa. A lo lejos despuntan Lev Tolstói, Fiodor Dostoievski o lo que Vladimir Nabokov escribió fuera de la Madre Patria (y en inglés), pero también el último talento surgido del frío, Vassili Grossman, cuya Vida y destino ha hecho postrarse de admiración a infinidad de contemporáneos y demostrado lo que en el fondo todos sabemos, aunque pocos osen decirlo en voz alta: que aún es posible la novela pura (o puta, si quieren), tradicional (convencional, si prefieren), sólidamente asentada en unos personajes y unas acciones dibujados y trazadas con claridad. En la era de la deconstrucción, contra quienes ven la novela como un cachivache que debe ser descoyuntado, Martin Amis insiste en que el placer (para el autor, para el lector) reside en montarlo con inteligencia y precisión.

En La Casa de los Encuentros, el relato se presenta como la confesión que un hombre sin nombre hace a su hijastra, para que sepa quiénes fueron sus mayores: "Al poner mi historia por escrito creo un espejo. Me veo a mí, a mí mismo. Mira esta cara. Mira estas manos". Esta declaración se trenza con mimbres diversos. Por un lado, las mimbres sutiles de un triángulo amoroso -irregular, como todos los triángulos de este tipo-; por otro, las mimbres recias de la reconstrucción de lo que hicieron con Rusia en el tiempo voraz del estalinismo. Los resultados, admirables. Amis presenta, en sus acordes más sutiles, la conflictiva relación de dos hermanos que se quieren y necesitan, sobre todo durante el internamiento en un campo de concentración soviético, y entre quienes se ha alzado una presencia femenina y abierto una zanja difícil de colmar. Amis dota a sus criaturas de una lucidez y un malestar que los envuelve en un intenso halo trágico. La palma se la lleva el narrador anónimo, un individuo desgarrado que, desde hace años, lleva una carta en el bolsillo y no se decide a leerla, pero que leerá, un día de éstos leerá.

También magnífico, por sobrecogedor, es el retrato de un régimen totalitario, de la lógica absurda e implacable de un Estado deshumanizado, de la burocratización del horror durante el estalinismo: "La mayoría de los fascistas [así llamaban a los simples opositores políticos del régimen] condenados a diez años en 1937-1938 habían vuelto a ser detenidos, por orden alfabético, y condenados de nuevo en 1947-1948"… Digan lo que digan los ministros de Dios -el actual pontífice reivindicó hace un par de años la existencia del Averno como "espacio físico real"-, el infierno tan temido no está en las entrañas de la Tierra, sino en la superficie. Llevamos hoyándolo miles de años. Y lo que se hizo en Rusia, lo que el pueblo ruso se hizo a sí mismo, no puede producir sino espanto. La admiración por el país y su cultura se transforma en estremecimiento, la mueca se tuerce al repasar sus anales: "la literatura rusa es la recompensa que nos ha sido dada por la truculencia de nuestra historia. Tan intensa, tan real, germinada en ese humus de sangre y mierda", escribe Amis, sorteando bien el punto más inconveniente de la propuesta: la conversión de la denuncia en una demonización del Otro. Rusia parece ser sinónimo de dolor, y el dolor parece no acabarse nunca.

La Casa de los Encuentros es una novela poderosa y Martin Amis, un escritor sobrado de recursos. El inglés consigue, y con creces, su principal propósito. Que no es presentarse como un alumno aventajado de una tradición narrativa admirable, sino erigirse en un digno depositario de esta heredad.

Martin Amis. Anagrama Barcelona, 2009

Martin Amis Anagrama Barcelona, 2003

Martin Amis Anagrama Barcelona, 2007

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