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La Vega y las dos caras de la Luna

Miguel Ríos, Lagatija Nick, Jota, Niños Mutantes & invitados. Lugar: Palacio de Congresos. Fecha: 26 de abril. Aforo: lleno.

Una luna enorme, rotunda y pletórica iluminaba la Vega. Ajena, o tal vez no, a la conjura a la que algunos de los más ilustres músicos de Granada se habían consagrado para tratar de parar su lento pero paulatino entierro en cemento, contemplaba una Granada cuyo cielo brillaba con especial embrujo, como en las noches más bellas de los cuentos de Irving. En el interior de un Palacio de Congresos casi lleno, la noche comenzaba con un alegato a cargo de los promotores de esta idea. A partir de ahí la música sería la protagonista en un concierto con dos caras, como la propia luna, que basculó entre la ortodoxia de las dos primeras actuaciones y la audacia de las dos últimas. Un movimiento pendular que impidió que se dieran ambas cosas al mismo tiempo.

En la parte amable abrieron fuego Niños Mutantes con algunas de sus más recientes canciones y la primera sorpresa de la velada llegó cuando invitaron a los miembros de Napoleón Solo a unirse a ellos para atacar, con algún verso cambiado, una sentida versión de El Río, una de las más hermosas canciones de Miguel Ríos. La ovación fue unánime cuando el propio Miguel se unió al grupo para culminarla. A la espera de su turno, se retiró y los Mutantes continuaron con Hundir la flota para terminar con una de sus canciones más dylanianas, la auto descriptiva Errante (canción mutante). Tras un descanso para visitar el ambigú, el decano de los músicos granadinos, acompañado por un trío de piano y dos guitarras acústicas acometió Todo a pulmón.

Un Miguel Ríos locuaz y reivindicativo, que quiso poner el acento en la razón que había convocado a tanta gente esa noche, continuó con Bienvenidos, en "acústico pero con agallas", como él mismo dijo. Vuelvo a Granada y No estás sola dieron paso a su primera colaboración, la que hizo con uno de los mejores autores del rock nacional, como fue presentado por Miguel, José Ignacio Lapido. Juntos interpretaron una de las mejores canciones de este último, En el ángulo muerto, para la que Luis Prado, pianista de Señor Mostaza y músico de confianza de Miguel Ríos hizo un arreglo guiñando un ojo al Mr. Jones, de nuevo Bob Dylan flotando en el ambiente. Su actuación culminó con una lectura del Mack The Knife que Miguel dedicó a Luis Bárcenas, El blues del autobús y una muy coreada Santa Lucía. A petición del respetable aún tuvo que conceder un bis con Rockandroll Bumerang. Otra pausa y ahí fue donde el concierto dio un giro hacia una música más oscura e indigesta, pero de enorme interés, que evidenció que ni a Jota ni a Antonio Arias le van los caminos trillados. Ambos, con el acompañamiento de Jota Jota, de Eskorzo a los teclados y de Antonio Lomas a la batería, rescataron La nueva reconquista de Graná del Grupo de Expertos Solynieve en clave de flamenco espacial que fue el que marcó su actuación. Continuaron con Las Alegrías de Enrique, esta vez de Los Evangelistas, y ya con Soleá Morente unida al grupo, acometieron Si tú fueras mi novio, del reciente minilp que acaban de publicar este mismo mes. Su set se cerró con Donde pones el alma, tema del disco de Los Evangelistas, y que para la ocasión cantó con gran emoción la misma Soleá. Sin solución de continuidad, Los Lagartija Nick de 1991 arrasaron el Palacio con una selección de incunables de sus dos primeros álbumes que dejó sin respiración a la concurrencia. Desde luego, si algún chaval había entre el público que no supiera en que consiste en verdadero rock sin concesiones, la noche del viernes se llevó una lección magistral.

Con los tímpanos del respetable todavía temblando, Miguel Ríos volvió para interpretar junto al demoledor cuarteto una Nueva Ola que parecía concebida por los Love & Rockets más cabreados. Y tras ella, todos los participantes volvieron al escenario para despedirse con la divertida versión Viva la Vega que han preparado para la ocasión. Así culminó un concierto muy especial e irrepetible cuyas motivaciones sería deseable que no tuvieran que repetirse.

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