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Uno de los más grandes

  • El Centro José Guerrero acoge la muestra 'De Granada a Nueva York', un recorrido por toda la obra de Manuel Rivera, el 'pintor' de las telas metálicas

Manuel Rivera Centro José Guerrero

Una exposición de Manuel Rivera es, siempre, un motivo de intensidad emocional para los amantes del arte moderno. Fue historia viva de un arte al que él impuso una potestad suprema y un estamento de máxima personalidad. Pero, si además, la muestra nos sitúa en las coordenadas temporales de un Rivera en plenos momentos iniciáticos y de importante evolución, es un acto de infinita trascendencia artística y lección de historia de arte contemporáneo español.

La exposición comprende un periodo creativo de Manuel Rivera tremendamente crucial en su carrera, aquel que transcurre en su Granada natal y acaba, en los años 60 en los medios de la creación norteamericana, en aquellos tiempos abriéndose a los planteamientos de un abstracto abierto y con infinita vocación de futuro.

La Granada de los años cuarenta estaba sumida, como ocurría, en el resto de España, en un desolador panorama artístico, capitalizado desde la Escuela de Artes y Oficios donde se ofrecía una pintura muy correcta, pero con pocos desarrollos renovadores, planteada por aquellos maestros locales, buenos pintores academicistas pero muy faltos de perspectivas y horizontes renovadores. Don Gabriel Morcillo marcaba los rumbos instructivos a un grupo numeroso de artistas - José Guerrero, Miguel Pérez Aguilera…y Manuel Rivera - que pronto iban a decantarse por posiciones menos constreñidas y mirando a un futuro que ellos tendrían mucho que decir.

Completó su formación en la Escuela Superior de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla, donde, al poco tiempo de acabar sus estudios, fue nombrado Profesor de Dibujo y Pintura. Momentos existenciales y momentos creativos en los que plantea, desde una figuración sin circunstancias coercitivas una teoría artística mucho más avanzada que la que imponía los oscuros tiempos pero con ilusiones infinitas. Obras en las que ya se adivinan necesidades más amplias y desenlaces menos austeros, alineándose muy pronto a una estética abstracta - quizás influido por su participación en el Curso Internacional de Arte Abstracto de Santander - dando suelta a una particularísima obra cuyo continente se materializa desde las especiales estructuras de la tela metálica.

Desde 1956, fecha en la que abandona la pintura de naturaleza tradicional por la de registros abstractos, Manuel Rivera, desde las sugerencias materiales de la tela metálica, nos introduce en un universo evocado en el que las formas, henchidas de misteriosas irisaciones, transportan a espacios mediatos donde se presiente una realidad, a veces, tremendamente cercana. Se trata de una obra personal en todos sus extremos que ha ido evolucionando dentro de sus rigurosas estructuras plásticas, hasta posibilitar los más inesperados episodios. Las telas metálicas, sutilmente pigmentadas o no, manifiestan toda clase de matices que introducen al espectador en una envolvente espiral de emociones, mágicos vehículos para alcanzar la más absoluta espiritualidad1. Se trata de un bello lenguaje plástico, cargado de gestos y cuyas posturas cromáticas, desde la rigurosa bicromía a la más espectacular pigmentación colorista, desencadenan su inquietante poder sugeridor.

Manuel Rivera fue uno de los más activos representantes de la pintura española de la segunda mitad del siglo XX y miembro activo de uno de los grupos más trascendentes del Arte Español Contemporáneo, El Paso, donde se gestó el relanzamiento artístico de un país que estaba sumido, por tantas cosas, en la más absoluta de las tristezas. Momentos que se inicia la expansión del arte español hacia el resto del mundo y que tuvo dos puntos de especial incidencia, la XXIX Bienal de Venecia de 1958 y la de Sao Paulo de un año antes y que aquel factor importante de nuestro arte que fue Luis González Robles llevó al mundo entero.

La muestra es un nuevo reconocimiento a uno de los artistas más importantes de nuestro arte y que desde Granada se hizo internacional y único.

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