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La poesía de Francisco Brines y los secretos de la inocencia

  • El IV Premio Internacional de Poesía García Lorca participó ayer en una lectura poética en el primer aniversario del ciclo que organiza el Palacio de los Patos

Podría considerársele un hombre de las pequeñas cosas. Las prefiere porque le entusiasma la sorpresa que causan en los que conservan la inocencia. Un poeta de grandes emociones: "Hay que lograr que subsista lo que tiene el niño de asombro en la vida, de no ver el mundo ya gastado... Cuando uno mira hacia atrás, se da cuenta de que el gran momento fue aquel en que no estaba haciendo nada, con los amigos o a solas disfrutando de un paisaje". Francisco Brines desveló ayer parte de esa inocencia que considera perdida y sin embargo aparece en cada sonrisa -"no me queda inocencia aunque a veces peque de inocente"-. El Premio de Poesía García Lorca reveló ayer parte de su ética y su estética en un encuentro informativo que mantuvo antes de ofrecer por la tarde una lectura en el Ciclo de Poesía en el Palacio de los Patos, del que se cumple el primer aniversario.

El poeta valenciano, que recogerá su premio el próximo 15 de mayo en una entrega que coincide con el Festival Internacional de Poesía, reflexionó acerca de los grandes poetas que hacen de éste un país vivo de la poesía. No hay, dijo, "en toda Europa un país con tantos escritos y hechos de poesía, lo que indica que, como decía Juan Ramón, aun siendo minoritaria la poesía es la inmensa minoría".

Brines afirmó sentirse afortunado por recibir un premio que lleva el nombre de Lorca, "un poeta genial... Y eso es algo que no se puede decir de todos los poetas aunque últimamente se use mucho. Hay que diferenciar entre genialidad y ocurrencia", afirmó. También dijo estar orgulloso de recibir el premio conociendo sus antecesores: Ángel González, "gran amigo de generación y de vida"; José Antonio Pacheco, "muy querido por mí"; y Blanca Varela, cuya poesía "es de gran valor".

Ellos compondrían, entre otros, el panorama poético que hacen de éste un momento "excelente" en el que "se hace poesía muy buena". Tanto, que no dudó en llamar al siglo XX, "otro Siglo de Oro", con poetas como Juan Ramón Jiménez -un Garcilaso de su tiempo-, Machado o Unamuno. O poetas de la Generación del 27 como Lorca o Cernuda, "dos poetas extraordinarios que, sin embargo, no tuvieron descendencia en la poesía culta y por tanto no grandes maestros". Lorca, explicó, puede influir en otro poeta actual pero no con su personal mundo de contenido y expresión gracias a la "personalidad única" que le caracterizó.

En este momento propicio de lectura, uno de los referentes de la poesía contemporánea aconsejó la poesía porque "enseña a vivir mejor, que es lo que la gente quiere, y con unos precios razonables. No es un libro único sino uno que se multiplica. Todos son posibles en las manos de los lectores".

Pero sobre todas las cosas, la recomendó por ser "una escuela de tolerancia. Nos reencarnamos en el poeta aunque sus cualidades y sus defectos sean totalmente contrarios a los nuestros. Por la emoción estética, asentimos a sus contenidos y abrazamos a los agnósticos, a los ateos, a los creyentes...".

Brines, de la Generación del 50, explicó no obstante que él, junto a Gil de Biedma, Claudio Rodríguez o José Ángel Valente, no se interesaron por la poesía social que antes surgía en los cafés y luego era escrita. "Nos interesamos más por la poesía del desvelamiento. Hicimos la poesía que quisimos. Aquella en la que la emoción surgía en el justo momento de la poesía". "Se gana poco dinero, pero para los que tenemos la vanidad de la poesía si no apareces en una antología, no eres conocido. Y el poeta sólo es poeta si escribe".

Él lo ha hecho. Fue galardonado con el premio Adonais por su primer libro, Las brasas (1960). Ha recibido además otros reconocimientos literarios como el Premio de la Crítica (1966), el de las Letras Valencianas (1967), el Nacional de Poesía (1987) y el Nacional de las Letras Españolas (1999). Y ha reunido su obra en diferentes antologías, entre ellas Ensayo de una despedida y Poesía Completa, 1960-1997. Brines es miembro de la Academia Española desde 2001 y ocupa el sillón que el dramaturgo Antonio Buero Vallejo dejó vacante a su muerte.

"Cuando me vaya", dijo, "me iré con la satisfacción de haber vivido" porque para Brines, como para Alexandre, la vida es el relámpago que hay entre dos oscuridades.

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