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El rock canalla de Burning, esta noche en la sala El Tren

  • Los madrileños se resisten a claudicar y se mantienen en la carretera 40 años después de su formación

La historia de Burning no tiene parangón en el rock nacional y pocas bandas podrían resistir la comparación incluso buscando fuera de nuestras fronteras. Inasequibles al desaliento, por más reveses que les haya dado la vida, inmunes a la rendición y enganchados de por vida a la música que les erizó la piel en sus años mozos, Burning ejemplifica como ningún otro grupo la autenticidad del rock urbano, la de los chavales de barrio, hoy convertidos en venerables sexagenarios que no renuncian ni a sus gafas oscuras ni a sus chupas de cuero. Entonces eran chicos que veían en el fascinante mundo del rock una vía de escape a las estrecheces de la vida en los suburbios. Aún vivía Franco y el punk estaba todavía por inventar cuando Johnny, Toño, Quique y Pepe, cuatro jovenzuelos residentes en el barrio de La Elipa, de Madrid, comienzan sus coqueteos con el rock, deambulando entre las tascas, los billares y los incipientes locales de ensayo, y traficando con discos de estraperlo de Rolling Stones o Deep Purple. La mejor manera de atraer las miradas de las chicas en aquel ambiente les parecía sin lugar a dudas la de lucir una guitarra colgada al hombro. Y así es como nace Burning, en un día especialmente caluroso en la altiplanicie mesetaria. Sus primeros singles, de 1974 y 1975, todavía en inglés, ven la luz contra las circunstancias, la dificultad de encontrar un batería que se adaptara al grupo, la escasez de medios y las obligaciones con la patria, que seguirían vigentes aún por muchos años. Apenas tiene repercusión fuera de su entorno pero les inocularán el virus del rock and roll para siempre. Con los primeros álbumes les llegan los primeros reconocimientos, las grandes canciones y una evidencia: que Burning son un grupo especial, ajeno a cualquier tendencia o colectivo que habrá de labrarse su propio camino. Demasiado canallas y rockeros para los que conforman la movida, y demasiado blandos para los que se dejan encandilar por la parafernalia del heavy, Burning mantendrán de por vida su idiosincrasia y su fe en el rockandroll, sin más sufijos ni aditivos. Llegan las grandes canciones, las colaboraciones con el cine y al mismo tiempo los juegos prohibidos al límite con las drogas, y con ellos la historia negra que acompañará a la banda. Primero fue Toño en 1987 y diez años más tarde, el mismo día del mismo mes de 1997, como una broma macabra del destino, que les hacía emular el sino trágico y tópico de los Allman Brothers, se iba Pepe Risi. En contra de lo que muchos pronosticaban, Burning siguen adelante con Johnny Cifuentes como único superviviente de los fundadores. Y hasta hoy, cuando se siguen rebelando y negándose a claudicar al paso de los años. Esta noche, en la sala El Tren a partir de las nueve, y después de la actuación de Guerrero García, que ejercerán de teloneros, los eternos, los incombustibles Burning volverán a subirse al escenario.

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